sábado, 29 de marzo de 2008

MUSICA. ARCADI VOLODOS

Arcadi Volodos Piano
Ayer tuvimos la oportunidad de disfrutar en el Auditorio Nacional de Musica, de Madrid, con la interpretación de este genial pianista, del Concierto para piano y orquesta núm. 3 en Re menor, opus 30 de Sergei Rachmaninov.
Para mejor conocimiento de este pianista exponemos a continuación algunos datos biográficos del mismo.

Aclamado como un "genio del piano", Arcadi Volodos se ha consolidado como uno de los pianistas más destacados de la actualidad.Sus interpretaciones ya sean en recital, como solista, o en estudio, están caracterizadas por su técnica rnagistral y por su profunda y elocuente musicalidad.

Desde que realizó su debut en Nueva York en 1996, Volodos ha sido presentado en recital en todo el mundo colaborando con algunas de las orquestas y directores más prestigiosos incluyendo a la Filarmónica de Berlín, Orquesta Filarmónica de Israel, Orquesta Filarmonía, Filarmónica de Rotterdam, Royal Concertgebouw, Royal Philharmonic, Orquesta de la Tonhalle, Filarmónica de Munich, Orquesta Sinfónica de Boston, Orquesta Sinfónica de Chicago, Filarmónica de Nueva York y la Orquesta Sinfónica de San Francisco, bajo la batuta de Lorin Maazel, Vladimir Ashkenazy, Myung-Whun Chung, Michael Tilson-Thomas, Riccardo Chailly, Valery Gergiev, James Levine, Zubin Mehta y Seiji Ozawa. En recital, Volodos actúa de forma regular en Europa, EE.UU. y Asia. Tras su aclamado debut en el Festival de Salzburgo en el 2002, Volodos ha sido invitado en cada una de las ediciones posteriores. En 2006 debutó en el Musikverein de Viena.

La primera grabación de Volodos para Sony Classical se tituló Piano Transcriptions. En su histórico debut en el Carnegie Hall, en otoño de 1998, grabó el disco Arcadi Volodos Live at Carnegie Hall. Ambas grabacio­nes recibieron numerosos premios. En 2003, Volodos recibió el prestigioso premio alemán Klassic Echo como instrumentista del año. Su última grabación incluye una interpretación en directo del Concierto para piano núm. 7 de Tchaikowsky y obras de Rachmaninoff con la Filarmónica de Berlín, bajo la batuta de Seiji Ozawa.

Nacido en San Petersburgo en 1972, donde empezó a estudiar canto y dirección, no comenzó su dedicación al piano hasta 1987. Continuó sus estudios en el conservatorio de Moscú con Galina Egiazarova, en París con Jacques Rouvier y en Madrid en la Escuela Superior de Música Reina Sofía con Dimitri Bashkirov.

Arcadi Volodos es un pianista ruso que nació el 24 de febrero de 1972, su primer nombre algunas veces era traducido como Arcady o Arkady. El pianista es muy conocido por su maestría técnica en los repertorios instrumentales; particularmente en aquellos de Rachmaninoff, Franz Liszt y sus transcripciones de las grabaciones para el legendario pianista Vladimir Horowitz.

Arcadi nació en Leningrado en 1972, y comenzó con su entrenamiento musical estudiando canto, siguiendo el ejemplo de sus padres, que en su época habían sido cantantes, y luego comenzó su énfasis de realizar dirección orquestal, mientras era estudiante de la Escuela “Capilla M. Glinka” y del Conservatorio de San Petersburgo

Aunque estudiaba piano desde los ocho años, nunca se dedicó a estudiar diariamente el instrumento hasta 1987. Sus prácticas formales de piano tomaron lugar en el Conservatorio de Moscú con Galina Egiazarova, luego en el Conservatorio de Paris con Jacques Rouvier, y por último estudió en Madrid en la Escuela Superior de Música Reina Sofía con Dimitri Bashkirow.

A pesar de sus breves clases formales de piano, Volodos, naturalmente y rápidamente entró en el mundo de los pianistas más importantes del mundo. Thomas Frost, el productor de varias grabaciones de Horowitz, y el productor de las grabaciones de Arcadi para Sony Classical, dijo que “Volodos tenía todo: imaginación, color, pasión y una técnica fenomenal para llevar a cabo sus ideas.”

Volodos en estas épocas es famoso al ser considerado como el Horowitz moderno, con su impecable habilidad técnica delante de dificultosos acuerdos de piezas. Un ejemplo de esto fue la reinterpretación y variaciones realizadas sobre el Rondó Alla Turca de Mozart, en el cual parafraseó el movimiento para producir aparentemente la imposible tarea de tocar una melodía y una melodía de contrapunto con su mano derecha, y un largo acorde y pasajes con su mano izquierda. Otra de sus notables transcripciones fue la pieza de Polea Italienne, un dueto poco conocido por Sergei Rachmaninoff.

Descartando el hecho de que la pieza era un dueto, el fue capaz de tocar las dos partes a un ritmo realmente extraordinario. Arcadi Volodos también es conocido por revivir la trascripción de Horowitz “Carmen”, la ópera de Bizet, de oído. Se ha dicho que su carrera ha tomado un gran empuje por el marketing que posee la misma, lo cual no disminuye de ninguna manera sus dotes como intérprete excepcional del piano. Algunas de sus presentaciones incluyen elementos poco convencionales con la única finalidad de que se hable de él en los medios y se lo haga conocer.

jueves, 27 de marzo de 2008

El poeta Jesús

Al releer ayer en XLSemanal del 23 de Marzo de 2008, este bello artículo de Juan Manuel de Prada, no he podido sustraerme al deseo de traerlo aquí, para goce de las pocas personas que visitan este blog.

El poeta Jesús. Por Juan Manuel de Prada

Suele decirse que Jesús hablaba en parábolas para que la gen­te sencilla (y aquí el epíteto 'sencilla' sería un eufemismo de 'iletrada' o 'ignorante') lo entendiese. Y algo de cierto hay en ello: podría haber elegido abstrusos conceptos teológicos, pero prefirió hablar de granos de mostaza y de vírgenes necias, prefi­rió exponer sus predicaciones mediante historias de apariencia fabulística. Pero un análisis serio de las parábolas evangé­licas nos demuestra que, más allá de su aparente sencillez, están llenas de com­paraciones poéticas e imágenes de hondo lirismo; también, por cierto, de paradojas que no parecen las más apropiadas para un auditorio analfabeto: un padre que premia al hijo manirroto y lastima en su orgullo al abnegado; un siervo fraudulento que es puesto como ejemplo de santidad; un pastor que abandona su rebaño para rescatar a una oveja descarriada... Son na­rraciones que desafían nuestra capacidad de comprensión; y, en algunas de ellas, la conducta de los protagonistas, analizada desde una perspectiva meramente lógica, podría suscitar en nosotros ciertas reti­cencias.

Y es que las parábolas de Jesús son lenguaje poético. La poesía expresa aque­llo que no puede ser expresado de otra manera, aquello que excede las posibi­lidades del lenguaje corriente. La poesía sugiere, despierta ecos y resonancias que el lenguaje racionalista no puede suscitar en nosotros; logra, mediante intuiciones, hacer presente una realidad inefable que el lenguaje común sólo consigue enunciar pálidamente. Y, lo que es más importante, la poesía puede llegar por igual al corazón del sabio y al corazón del iletrado, porque su fuerza conmovedora actúa reveladoramente. Cuando le preguntan: «¿Quién es mi prójimo?», Jesús podría haber respondido con una definición tan es­cueta como exacta. Sin embargo, prefiere contestar con una historia bellísima que impresiona nuestra sensibilidad de modo imperecedero: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones...». La definición del prójimo que Jesús nos escamotea no hubiese sido, ni de lejos, más verdadera ni persuasiva que la parábola del Buen Samaritano. Y esa verdad persuasiva la logra Jesús mediante la poesía.

Quizá nadie haya entendido mejor la personalidad poética de Jesús que aquel gran escritor católico (sí, he dicho católi­co, aunque los puritanos se escandalicen, porque los puritanos no saben nada de ovejas descarriadas) llamado Oscar Wilde. En su desgarradora De profundis, la carta que escribe desde la cárcel de Reading, Wilde afirma que la vida de Jesús «cons­tituye la más admirable de las poesías»; y explica esta afirmación en unos pocos párrafos que sirven por todo un tratado de teología y que terminan de este modo sublime: «No hay ninguna dificultad para creer que era tal el encanto de su perso­nalidad que su simple presencia podía traer paz a las almas angustiadas, y que aquellos que le tocaban la túnica o las manos olvidaban su dolor; o que quienes habían sido sordos a todas las voces, salvo a la del placer, oían por primera vez la voz del amor y la encontraban tan musical co­mo el laúd de Apolo; o que las maléficas pasiones huían ante su proximidad, y que hombres como muertos en sus tediosas vidas sin imaginación resucitaban de sus tumbas cuando Él los llamaba; o que, cuando les enseñaba desde la altura de una montaña, las multitudes se olvidaban de su hambre, de su sed y de las preocu­paciones de este mundo, y que cuando sus amigos lo escuchaban mientras co­mían, la ruda carne les parecía delicada, y el agua tenía el gusto del vino, y toda la casa se llenaba del perfume y la dulzura del nardo».

Jesús fue, desde luego, mucho más que un poeta; pero todo lo que fue no pode­mos llegar a entenderlo plenamente si ol­vidamos que fue un poeta. Y si sus pala­bras nos siguen pareciendo hoy tan ilumi­nadoras y amorosamente vivas es porque están penetradas de poesía (y ya se sabe que la poesía, cuando es verdadera, es la verdad misma). Este lenguaje poético de Jesús es antitético del lenguaje sequizo y doctrinario que con frecuencia utilizamos sus seguidores, un lenguaje huérfano de imaginación y carente de sensibilidad, un lenguaje que agosta la fe y sólo sirve, a la postre, para que el perfume y la dulzura del nardo se desvanezcan. Los seguidores de Jesús no hemos sabido ser testigos de su poesía en el mundo; y esta traición a Jesús es nuestro más imperdonable pe­cado. Convendría que en estos días pas­cuales reflexionásemos sobre ello; tal vez así lograríamos salir de nuestras tediosas vidas sin imaginación y resucitar con Él de nuestras tumbas. ■


domingo, 23 de marzo de 2008

ALEGRESE LA TIERRA ENTERA CON LA NUEVA LUZ



Con la alegría de la Resurrección de Cristo, traemos tres cuadros sobre dicho tema: el primero es de Bill Wallace, el último de Salvador Dalí

¡¡¡¡CRISTO HA RESUCITADO!!!!



¡¡¡¡CRISTO HA RESUCITADO!!!!

Alégrese la Tierra entera con la nueva Luz.

Esta es la Noche en que Cristo ha vencido a la muerte y vuelve del Infierno victorioso.

Cristo ha resucitado, no temáis.

Cristo nos ha dejado dicho: "Cuando dos o más se reúnan en mi nombre,
allí estaré Yo entre ellos".




Y por arte de birlibirloque, con los trucos que la informática nos permite, ahora puedo agregar a esta entrada de mi blog de fecha 23 de marzo el bello artículo que, sobre ¡CRISTO HA RESUCITADO!, Juan Manuel de Prada publica en el ABC del dia 24, un día despues:

RESUCITAR EN SEVILLA

ENTRA por mi ventana, en la mañana del Domin­go, la exultación del bronce, todas las campanas de Sevilla anunciando que Cristo ha resucitado. En Sevilla la Semana Santa no es triste porque, como ex­plicaba Antonio Burgos en su prodigioso pregón de este año, «hemos visto muchas veces esta película, siglos la llevamos viendo. Y sabemos que termina bien. Vamos, di­vinamente, porque es cosa de Dios. Sabemos que, aunque lo pase muy malamente, alfinal el bueno, el Muchacho, el hijo de la Señora Guapa, gana y se sale con la suya, que es morir para salvarnos. Y que después, además, resucita el Domingo». Y esta alegría presentida de la Resurrección, que es el Evangelio popular de Sevilla, es la que uno en­cuentra en cada esquina, la que asoma a los balcones en­galanados, la que guía los pasos de los costaleros, la que trepa hasta las nubes, suplicando que no llueva. El hombre no puede caminar sin apoyarse en algo; y ese apoyo se lo brin­da la fe. Cuando esa fe se agosta, el hom­bre cae en la desesperación, una desespe­ración que empieza por dominar los espí­ritus más escépticos, para acabar ane­gando a la sociedad entera, haciéndola no sólo impotente al esfuerzo vital, sino también poseída de una sorda sed de des­trucción. Esa desesperación pagana fue la causa del derrumbe del Imperio Romano; y en nuestra época neopagana la desesperación vuelve a hincar su ga­rra en el alma humana, vuelve a invadir con su lúgubre grito las cámaras del corazón. Y esta nueva desespera­ción que nos ataca es, como sostiene el gran Leonardo Castellani, «mil veces más acre y sacrílega actualmente que en el paganismo precristiano, pues entre éstos y aquéllos ha pasado nada menos por el mundo la Esperan­za hecha Carne; y, voto al cielo, no ha pasado en vano».

Que no ha pasado en vano lo certifica este forastero en Sevilla. En la noche de Jueves Santo, como nos anuncia el pregonero Antonio Burgos, «Sevilla hace público jura­mento de fe y credo, sacando a la calle su portento de reli­giosidad popular». La desesperación pagana flaquea y re­trocede ante la imagen de ese Cristo del Gran Poder, vecino de San Lorenzo, que sale a la noche con la Cruz a cues­tas, a hombros de los costaleros que imprimen a su avan­ce un andar casi humano de tan sobrehumano. Se hace un silencio encogido, y a los rostros de los circunstantes asoma una lágrima, que es el agua lustral que lava las le­gañas de la desesperación, un agua brotada del manan­tial más profundo de nuestra genealogía, allá donde el hombre se reconoce al contemplarse en el rostro de ese Nazareno que tiene por oficio salvar el mundo. Lo sigue su Madre bajo palio, envuelta en un olor de incienso y col­mena derretida, escoltada de cirios que son un llanto tré­mulo y una promesa de luz. Y, de repente, rasgando las ti­nieblas, como un puñal purísimo, suena una saeta que es una oración en carne viva en la que cabe el innumerable dolor del mundo; y a lo lejos, en la penumbra de una casa, detrás de una reja, una anciana se santigua, porque Dios pasa por su calle.

La otra noche, mientras contemplaba el paso de una procesión desde el florido balcón de la casa donde me hos­pedo —la Giralda al fondo, apuntando a las estrellas—, re­paré en una hermosa mujer rubia que avanzaba entre la multitud, como Ingrid Bergman en aquella película de Rossellini. Había en su avance algo de locura sagrada, una voluntad más firme que su mera envoltura carnal; había en su mirada una determinación que la incendia­ba por dentro, tornándola ascua de una fe milenaria. Y, como si esa determinación contagiara de un sentimiento reverencial a quienes la rodeaban, la multitud se retrajo para que aquella mujer pudiera alcanzar el paso de la Vir­gen. Y vi a la mujer aferrarse al paso de la Virgen, la vi llo­rar sigilosamente y rezar una plegaria elemental, apren­dida seguramente en la infancia, la vi perderse entre la comitiva, como prendida al manto de la Virgen. Y, mien­tras veía alejarse a esa mujer santa o pecadora por las ca­lles de Sevilla, ensimismada en su oración, hermoseada por la llama rubia de su fe, pensé que acababa de pasar an­te mis ojos la Esperanza hecha Carne; y, voto al cielo, tam­bién pensé que no había pasado en vano. Aún es posible resucitar en Sevilla; aún la desesperación no ha ganado la batalla.

www.juanmanueldeprada.com









viernes, 21 de marzo de 2008

VIERNES SANTO

LA CRUZ

En la Cruz se sintetiza el Viernes Santo.
Introduzco a continuación el bello soneto en loor de la Santa Cruz

Soneto en loor de la Santa Cruz

Árbol de la vida donde nuestra vida
dio vida honrada a nuestra infame muerte.
Árbol de la vida sois y árbol de muerte
pues disteis muerte a quien nos dio la vida.
Verde en la tierra de la alegre vida,
llevaste fruto que nos dio la muerte;
testeril en la tierra de la muerte
fruto llevaste que nos dio la vida.
En vos se ha dado la más baxa muerte
a la vida más alta y con la vida
pagó la vida el censo de la muerte.
En vos la muerte, muerte dio a la vida
y en vos la vida, vida dio a la muerte.
¡ Dulce árbol, dulce muerte, dulce vida.!

(Libro de Fundaciones)Fray Prudencio de Sandoval (1601)
Biblioteca del Monastede Santo Toribio de Liébana

(POTES-CANTABRIA)
(Copiada de la exposición en el año jubilar lebaniego (2000-2001)
el día 15 de Septiembre de 2001


Y a continuación un artículo de Juan Manuel de Prada: Una cruz sencilla. Un canto genial a la Cruz de Cristo.

Una cruz sencilla, por Juan Manuel de Prada

Una empleada de la compañía aérea Bristish Airways ha sido suspendida de empleo y suel­do durante quince días por llevar un colgante con un cru­cifijo por encima de la camisa. La noticia tiene un no sé qué desquiciado, como de pesadilla emanada de una realidad pavo­rosa y asfixiante ¿A quién molestaba que esa mujer portara un signo que identifica su fe? Resulta chocante que a nadie se le impida teñirse el pelo de colorines, raparse al cero o dejarse una cresta de indio iroqués, tatuarse hasta el último centímetro de piel, perforarse el cuerpo con doscien­tos o trescientos piercings, vestirse como un adefesio o pasearse enseñando la raja del culo; en cambio, si se le ocurre col­garse un crucifijo del cuello se convierte automáticamente en reo de sospecha. Que un crucifijo se convierta en piedra de escándalo sólo puede interpretarse como un síntoma alarmante de amnesia o necrosis cultural. Desde hace algún tiem­po, un cierto apetito autodestructivo se enseñorea de Europa. Como los alacranes que se clavan su propio aguijón y agoni­zan víctimas de su propio veneno, se diría que los europeos hubiésemos decidido aniquilarnos, marginando y olvidando la herencia histórica que nos constituye. Este apetito autodestructivo halla su más triste y contumaz expresión en el afán por borrar de nuestra memoria el legado moral y cultural cristiano, que de vez en cuando propicia episodios tan chuscos como el que acabamos de mencionar. La sana lai­cidad del Estado se empieza a confundir con una beligerancia antirreligiosa que trata de negar al hombre su vinculación con la trascendencia, que trata de borrar nuestra genealogía espiritual y cultura. Europa parece haber olvidado que la patria del hombre -según nos enseñase Maritain— es el Absoluto. Cuando al hombre se le destierra de esa patria común, cuan­do se le despoja de esa parte intrínseca de sí mismo se le está condenando al des­arraigo, a la intemperie, a la orfandad; se le está relegando a la condición de triste materia. La dimensión trascendente con­vierte al hombre en criatura sagrada, irre­petible, capaz de acceder a la verdad sobre sí mismo y sobre el mundo, y capaz, asi­mismo, de una salvación única y singular.

Siempre que me topo con una noticia de este jaez, recuerdo aquellos vibrantes versos de León Felipe: «Más sencilla, más sencilla. / Sin barroquismo, / sin añadidos ni ornamentos, / que se vean desnudos / los maderos, / desnudos / y decididamen­te rectos. / Los brazos en abrazo hacia la Tierra, / el astil disparándose a los cielos. / Que no haya un solo adorno / que distrai­ga este gesto, / este equilibrio humano / de los dos mandamientos. / Más sencilla, más sencilla: / haz una cruz sencilla, car­pintero».

En la belleza sobria de un cruci­fijo León Felipe descubría algo más, mucho más, que un mero cachivache religioso. En esos dos maderos cruzados se compendia la historia del género humano, con toda su genealogía de debilidad y grandeza, dicha y dolor. La cruz, epicentro de la iconografía cristiana, es también un emblema formidablemente humano. En ella quedan resu­midas y denunciadas todas las barbaries que los hombres han perpetrado, desde el asesinato de Abel hasta cualquiera de las matanzas que hoy diezman la humanidad; en ella se plasma nuestro feroz y fecundo anhelo de rebelarnos contra la muerte.

«Los brazos en abrazo hacia la Tierra, / el astil disparándose a los cielos.» En estos dos versos de León Felipe se cifran las dos vocaciones más nobles del hombre: una vocación de ensimis­mada piedad y donación ante el sufri­miento humano; y, junto a ella, expli­cándola, una vocación de trascendencia que cada día nos ayuda a resucitar sobre los escombros de nuestra fragili­dad. Durante veinte siglos, el misterio de la cruz ha servido también de gozosa inspiración a las más perdurables crea­ciones del arte y el intelecto: ni Velázquez ni Unamuno —por citar sólo dos nombres que confluyen ante la imagen del Crucificado-- serían explicables sin dicho misterio.

Veinte siglos de cultu­ra occidental se resumen en esos dos maderos «desnudos y decididamente rectos»: veinte siglos de conquistas que enaltecen la historia humana; veinte siglos agitados de crueldades que un Dios que se inmola por sus criaturas nos invita a detestar. En la cruz, equi­librio humano de los dos andamien­tos», está todo lo que somos, todo lo que anhelamos ser, todo lo que nos avergüenza haber sido. Al legado ennoblecedor que se resume en esos dos maderos parece haber renun­ciado una Europa desnortada, entregada irracionalmente a un arrebato de autodestrucción. ■


jueves, 20 de marzo de 2008

José, de seis años, actua como matrona en el nacimiento de su hermana Lucía

Y esta es la historia.

Vi la cabeza de mi hermana y la ayudé a nacer. Está chupado

José es un niño gallego de seis años que asistió a su madre en el parto adelantado del último miembro de la familia: Lucía.

SANTIAGO. Se llama Lucía, es gallega, morena, alegre, y tiene solamente 21 días. Su re­loj biológico comenzó a correr el pasado 28 de febrero, y su lle­gada fue,.como su nombre, res­plandeciente. José Meiriño Gó­mez, su hermano, de seis años, ejerció en el alumbramiento de improvisada matrona y bordó su magistral interpretación. A mi me pareció que esta­ba chupado», cuenta con ese brillo infantil en sus chispean­tes ojos. María Gloria G. Colme­nero, la madre, empezó a notar fuertes dolores en las lumba­res seis días antes de salir de cuentas. Le pasó por la noche, pero encontró el motivo de su indisposición en la mudanza que estaba realizando con su marido durante aquellos días.

No pensó que fuese a poner­se de parto, y por eso dejó que Javier, su pareja, se fuera a tra­bajar como cualquier jornada normal a Orense. Su malestar fue creciendo, pero aun así ella en ningún momento sintió que se tratase de las habituales con­tracciones en su estado. Fue a las ocho y media de la mañana cuando tras vestir a su pequeño para ir al colegio y darle el desayuno, se dio cuen­ta de que la criatura llegaba. Avisó entonces a su compañe­ro sentimental, que le dijo que llamase a una sobrina para que la acompañase al centro médico, pero ya no le dio tiem­po. Rompió aguas y notó la ca­beza del bebé asomando.

El niño, al percatarse de lo que acontecía, tranquilizó a su progenitora. «Tenía que ayu­darla un poquito, porque si no ella no aguantaba, me sorpren­dió verla en el baño sujetándo­se el vientre, me di cuenta de lo que pasaba y le dije que quitase las manos y que la dejase na­cer, porque vi en el baño que ya estaba saliendo», comenta el crío con tono candoroso, emo­cionado por su heroicidad.

«Yo le pedí que metiese las manos por debajo muy suave­mente y que tirase de la niña hacia fuera», cuenta la partu­rienta, que reconoce que estu­vo «muy tranquila, porque él reaccionó también de forma muy sosegada», aclara. Única­mente consiguió telefonear al 061, servicio con el que mantu­vo contacto telefónico. Fiel a las recomendaciones del equi­po que la atendió, ató el cordón umbilical con una pinza de la ropa que le acercó José.

Ya está todo hecho. Cuando los profesionales llega­ron a la vivienda de esta fami­lia, residente en residente en residente en el barrio de O Carballiño, la «comadrona» los tranquilizó y les informó de que ya todo estaba hecho, y que había salido bien. Así fue,

ya que la recién nacida fue tras­ladada al hospital en perfecto estado de salud. Cuando la am­bulancia llegó al domicilio, por tanto, simplemente pudo atestiguar que había sido un parto perfecto. «Todo sucedió tan rápido que a día de hoy ni me lo creo», explicó a Efe la ma­dre de los dos menores.

Hoy los cuatro sonríen feli­ces en su casa, después de una hazaña que no olvidarán ja­más. Y que la historia del benja­mín que actuó de eficiente par­tera no sólo es digna de ser con­tada, sino de permanecer en el recuerdo.



miércoles, 19 de marzo de 2008

Concha Benavent




esta es la última poesia de Concha Benavent.
Nuestra amiga Concha Benavent falleció anoche 18 de marzo.
















Esta tarde hemos asistido a una emocionante eucaristía que se
ha celebrado por ella en la Capilla del Tanatorio de la M 30.
Concha Benavent permanecerá en nuestro recuerdo y en nuestras oraciones.

Con motivo de mi santo, el 7 de Noviembre me hizo Concha Benavent el siguiente poema:

A Ernesto con todo cariño ....

Es tu fiesta. Es la fiesta de Poveda, que acoge tu amor ardiente a la Obra.

Es la gran llamada a la santidad

en tu vida íntima y familiar.

Tu no fallas a la cita que el Señor te hace.

Tu creces a la entrega que se te pide.

Vive feliz toda la fuerza del amor.

Y siente la fraternidad

que aprieta los lazos de la unión

y la comunión de la Obra renovada.

Ernesto, refuerza cada vez más

la dependencia mariana,

la estrecha vida povedana y viva.

Siente cercana y fuerte nuestra hermandad, y siente honda la fuerza fraterna que nos hace una gran familia.


Nuestro Dios no es un Dios de los muertos

Quién de nosotros en estos días, no ha tenido un recuer­do especial para sus personas queridas que ya marcharon y que pasaron por ese trance que llamamos “muerte”. La muerte que nos llena a todos siempre de pena y de dolor, aunque tenga­mos fe. porque la fe no quita el dolor tras la separación de las personas amadas.

Sin embargo hay que decir que la muerte es ficticia. Siendo una realidad corporal, no es una realidad que afecta a toda la di­mensión del hombre. Eso es lo que intenta Jesús explicar en el Evangelio de este domingo, cuan­do le hacen una trampa e inten­tan que cuente eso de la muerte, que cuente como va a ser el mas allá. Y Jesús responde que la muerte no es un concepto que entre en la mente de Dios, por­que nuestro Dios no es un Dios do los muertos, sino de los vivos.

Para todos aquellos para los que el ser humano es solo corpo­ralidad, evidentemente la muer­te es el final. Sin embargo, para aquellos que afirmamos que el ser humano es persona, que tie­ne una dimensión muy profunda mas allá del cuerpo y de la mente, eso que San Pablo denomina­ba el espíritu, el alma, sabemos que ese alma no puede ser des­truida por nada ni nadie. Y sabe­mos que en ese alma se asienta, como cuando se queda en un san­tuario, la misma Trinidad.

Por eso, en estos días en los que recordamos a nuestras per­sonas amadas, tenemos que repe­tirnos: “Aunque ya no te vea, aunque ya no te oiga, aunque ya no te toque ni te abrace, aunque ya no te disfrute corporalmente, tú estas vivo. No solamente es­tas vivo en mi recuerdo, en mi corazón, en mis afectos, sino que tú realmente con independencia de mi, estás vivo.”

¡Cuántas son las frases y las alusiones que Jesucristo en el Evangelio hace a la vida eter­na!.. Y si aceptamos a Jesús de Nazaret, no tenemos que aceptar­lo solamente como el fundador de una ética encantadora que nos dice cuatro cosas para que seamos buenos, sino también co­mo el Salvador de la humanidad, que viene a remediar todas las tragedias del hombre, y especial­mente, ese resumen de tragedias que es la muerte de alguien ama­do. Par eso, Cristo, claro quo es Salvador de la muerte, y por eso, en Cristo, todas las muertes quedan resueltas y transformadas en vida, porque creemos que nuestros seres amados están en Dios. Por eso, claro que vamos a los cementerios, ofrecemos la Santa Misa y rezamos con espe­cial intensidad por nuestras per­sonas amadas, porque están vi­vas y queremos comunicarnos con ellas, porque queremos pro­vocar la comunión plena con ellas. Una comunión, que ni la muerte siquiera es capaz de rom­per, porque en estos días les deci­mos casi a gritos que os segui­mos recordando y amando, que seguís formando una parte esen­cial de nuestra vida, y que a tra­vés de ese puente que es Cristo y a través de la Eucaristía, que es esa señal y esa realidad del Dios encarnado, podemos encontrar­nos con vosotros.

También tenemos que pedirle a Jesús, que nos enseñe a vivir en esa nueva dimensión a la que tan poca gente se asoma que es la dimensión espiritual, aunque a veces estamos tan perdidos y tan distraídos con los sentidos, que nos olvidamos de la dimen­sión espiritual, a través de la cual, sí se puede establecer una verdadera comunicación con las personas amadas.

Jesús HIGUERAS

Párroco de Santa Maria de Canaa

martes, 18 de marzo de 2008

Alicia Keys reina en Madrid como nueva dama del soul


Alicia Keys, con potente voz, se erige en Madrid como nueva dama del soul

Alicia Keys reina en Madrid como la nueva dama del soul

La cantante dejó boquiabiertos a sus seguidores con su torrente de voz en el madrileño Palacio de los Deportes, en el segundo de los conciertos que ha ofrecido en España para presentar su tercer álbum,

'As I am'

EFE | hace 55 minutos | 0 comentarios | + 0 - 0 (0 votos)

Alicia Keys reina en Madrid como la nueva dama del soul


Bautizada por los medios como la nueva reina del soul, Alicia Keys revalidó anoche su título en el madrileño Palacio de los Deportes, en el segundo de los dos conciertos que ha ofrecido en España para presentar su tercer álbum, As I am.

Si ayer el público catalán se rendía a los pies de la neoyorquina en el Pavelló Olímpic de Badalona, el madrileño hacía lo propio durante un concierto en el que la cantante dejó boquiabiertos a sus seguidores con su torrente de voz, y levantó al personal con sus éxitos Fallin y No one.

Keys aparecía de entre el blanco inmaculado del escenario precedida, como no, de su piano. Con un formación musical clásica en este instrumento, el piano de cola negro con el que la neoyorquina se presentó ante sus seguidores se convirtió en un elemento imprescindible durante todo el recital.

Sonaban en el Palacio de los Deportes los primeros acordes de Guetto story, que la cantante transformó en todo un alarde de ritmo nada más abandonar el teclado.

Rodeada de seis bailarines, Keys recorría de punta a punta el escenario en las primeras canciones animando al público, jaleándolo para subir la temperatura y dando palmas. Pasaron así temas como Waiting for your love,Where do we go from here o Teeneage love affair.

Y tras mostrar su faceta más movida, la neoyorquina desató el verdadero secreto de su éxito: un chorro de voz que ya le ha hecho vender más de 20 millones de discos en todo el mundo y conseguir varios premios Grammy.

Para ello volvía nuevamente al piano y, sin más acompañamiento, la cantante deleitaba a sus seguidores con Go to be there, Heartburn, Sure look good to me o How comes.

Entre gorgoritos imposibles y desgarrando su voz Keys había creado una atmósfera íntima ideal para interpretar Butterflies, una canción por la que reconoce sentir predilección al ser la primera que compuso.

Tenía entonces 14 años y la música con la que hoy disfrutan millones de personas le servía entonces a Alicia Keys para poner distancia del conflictivo mundo que le rodeaba en Harlem, donde se crió.

Solidaridad con niños con sida

Con estos antecedentes no extraña la faceta solidaria que ejerce desde hace años con la organización Keep a Child Alive, dedicada a ayudar a los niños que padecen sida. Para ellos también tuvo un recuerdo en esta noche al ritmo de Send me an angel.

La cantante no ha olvidado nunca a sus fans españoles en sus citas internacionales; de hecho, hace menos de seis meses actuaba en Barcelona con motivo de la mención especial que recibió en los pasados premios Ondas. Sin embargo, la neoyorquina solo atinó a vocalizar en español un escueto "hola, me llamo Alicia Keys", entre sus largas presentaciones.

Algo que su público sin duda perdonó escuchándola desgranar un repertorio de casi dos horas en el que recordó temas como Superwoman, Rockless love -con la que despertó su lado más sexy-, I need you, Like you'll never o Gotta give it up, que llevó una fiesta al escenario con bailarines y coristas improvisando sobre la canción.

Keys encauzaba así la recta final del espectáculo, no sin antes interpretar A Woman's Worth, un tema con profundas inquietudes sociales, Karma o So simple, que la artista bailó acompañada de un bastón de brillantes.

Pero la verdadera apoteosis llegó tras Thing about love, que concluía a ritmo de jazz y con nuevas improvisaciones vocales de la neoyorquina.

Acto seguido el griterío de las gradas acompañaban los primeros acordes de Fallin, una canción incluida en su primer disco Songs in a Minor y que constituyó su primer éxito.

Era el anuncio de que llegaba el fin del concierto, aunque los presentes no estaban dispuestos a marcharse sin escuchar No one, el primer sencillo de su nuevo disco que colocó a la neoyorquina en el número 1 del Billboard americano, sólo diez horas después de que comenzase a sonar en las radios.

Copiamos a continuación el artículo que se publica en el ABC de hoy sobre esta actuación de Alicia Keys en el Palacio de los Deportes de Madrid

Alicia en el país de las maravillas

Ambiente de gala en el Palacio de Deportes para un concierto de tiros largos que estuvo a la altura de las expectativas, aproximándose tal vez en algunos momentos a la horterada típicamente americana.

MADRID. No tiene Alicia Keys ese atractivo punto canalla y macarrilla de esa otra nueva y singular diva del soul, Amy Winehouse, que aspira acaso a destronar a la neoyorquina en esa categoría, ni ese regusto encantadoramente clásico en el sonido de sus discos. Pero Ali­cia Keys no es tampoco uno de esos personajes con más físico —voz e imagen— que talento que acostumbra a lanzar al mercado la industria discográfica de cuando en cuando con resultados comerciales habitualmente mucho más rotun­dos que los artísticos.

Generosamente dotada en lo físico — voz e imagen—, sí, pero también poseedora de un nada desdeñable talento como pianista y compositora; pro­ductora y arreglista y dueña igualmente de un apreciable sentido de lo artístico, Alicia Keys es, felizmente, una artis­ta creíble.

Además, es una estrella. Vende ingentes cantidades de discos en un momento en el que muy pocos lo hacen y llena los auditorios en los que se pre­senta en directo por todo el pla­neta. España no es una excep­ción, y sus seguidores de por aquí pasan en manada por las cajas de las tiendas de discos y habían agotado también hacía días las entradas para el con­cierto de presentación de su fla­mante tercer disco, «As I am», en el Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid.

Ambiente de gala, pues, pa­ra un concierto igualmente de tiros largos que iba a estar a la altura de las expectativas, aproximándose tal vez en algu­nos momentos a la horterada tí­picamente americana y el exce­so de edulcorante, pero lo cier­to es que manteniéndose casi siempre a este lado del buen gusto, la brillantez y la —relati­va— originalidad.

El primer detalle simpático y de buen gusto fue la entrada en el escenario de la estrella, precedida de un video a lo «Gra­nujas a todo ritmo» en el que un predicador repasa las virtudes de la chica y le pide que tenga la fe en sí misma para poder con­vertirse en una estrella. Una

vez presentada, Alicia Keys pa­sa, en un truco simple pero há­bil, de la pantalla al escenario y es recibida con la correspon­diente ovación de un público dispuesto al baile y la agitación —más, desde luego, el de la pis­ta que el de los asientos, eso sí— desde el primer momento.

El montaje del escenario es también impactante: elegante, sofisticado y lujoso, pero sin de­masiados excesos innecesa­rios. Dejando la mayor parte de la superficie para la diva y su cuadro de bailarines y saltim­banquis —que en esto del hip hop no se sabe dónde acaba el baile y dónde empieza la mera acrobacia—, en segundo plano se alinean batería, guitarris­ta, bajista, percusionista, coris­tas y sección de viento, todos ellos fantásticos y muy espe­cialmente las chicas del coro, que gozan también de su momento de gloria con algún solo una figura.

En medio, un esbelto piano de cola que digno de entra y sale según la canción de turno requiera o no su presencia. Delante, a un lado, otro piano, esta vez eléc­trico, al que también se arrima Alicia una y otra vez.

La disposición del escena­rio, la constante sucesión de vistosos números de baile, la proyección de los correspon­dientes montajes de video so­bre una pantalla gigante enci­ma del escenario y otras mara­villas de diversa índole serían casi suficientes para hacer el asunto más que llevadero. Pero es que ella está espléndida. Mo­derada pero amable en su inte­racción con el público, entrega­da pero igualmente medida en la interpretación, Alicia pone sobre la mesa una voz especta­cular y un repertorio que, en versiones casi siempre bastan­te más cortas que las de los dis­cos, se sucede a un ritmo casi vertiginoso.

Así, las dos horas de actua­ción se pasan en un suspiro, y enseguida nos encontramos an­te el muy esperado «Fallin», su éxito más destacable y segura­mente también su mejor can­ción, protagonista de uno de los momentos más intensos del concierto —otros fueron «Ten­der love» a dúo con vocalista masculino de pode­rosa voz, o «Woman's Word.