martes, 28 de octubre de 2008

ABC DE LA MEMORIA HISTORICA





Interesante artículo de Ignacio Ruiz Quintano:

VISTO Y NO VISTO

ABC DE LA MEMORIA (HISTÓRICA)

LA única posibilidad de Zapatero para estar en la cumbre de Washington es que la secretaria de Bush yerre al enviar las invitaciones, como hizo la secretaria del general Clutterbuck con el indio Hrundi V Bakshi (Peter Sellers) en «El guateque», la comedia de Blake Edwards.

No es que España no sea la octava potencia económica del mundo, que no lo es; es que Zapatero no puede jugar —con Pepino Blanco— a Beavis y Butt-Head de la política internacional y luego pretender que lo inviten a una exclu­siva reunión de caballeros. Además, Zapatero no es un hombre; Zapatero es una «troupe». Invitar a Zapatero su­pone invitar a Zapatero, Garzón, Méndez, Gibson, Morati-nos, Blanco... y sus respectivos retratistas ecuestres, líde­res de opinión, cocineros e intérpretes, pues todo el mun­do sabe que en la «troupe» zapateril na­die chanela el inglés. ¿Puede garantizar la «troupe» zapateril que en un momento dado, y a indicación de Garzón, no se aba­lanzará Cándido Méndez con toda su hu­manidad sobre Bush para inmovilizarlo v proceder a su arresto por crímenes... contra la humanidad?

«Crímenes contra la humanidad» es, en fin, la fórmula de banalización del mal que vuelve a poner de moda la iz­quierda. La humanidad es ella, la izquierda, y los crimina­les, todos los demás. Los fascistas siempre son los otros. La sublevación de julio de 1936 contra la República es un gol­pe fascista, pero las sublevaciones de diciembre de 1930 contra la Monarquía y de octubre de 1934 contra la Repú­blica son levantamientos populares. En ambas participa, como un campeón, Largo Caballero, con estatua olímpica en Madrid:

—La fecha del movimiento fue la del lunes, 15 de diciem­bre de 1930. Yo tenía que comunicar al Partido y a la UGT el acuerdo de declarar la huelga general. Lo demás lo ha­rían los militares. Se nos condenó a unos meses de pri­sión. Salimos a la calle, y poco después estuvimos com­prendidos en una amnistía. El ambiente político se enrarecía para el régimen monárquico, al que no se le ocurrió co­sa mejor que convocar a elecciones municipales.

Sólo al ABC, de ideario monárquico, la «ocurrencia» acabaría costándole dieciocho muertos en Redacción y más de cincuenta en Talleres. A los veinticinco días de pro­clamarse la República, su propietario y director, Juan Ig­nacio Luca de Tena, va a la cárcel acusado de asesinar a un taxista inexistente. La chusma acude al edificio de ABC para incendiarlo. Hay varios muertos. Se habla de «fle­chas envenenadas» arrojadas desde las ventanas «contra el pueblo indefenso». En la celda lee Luca de Tena la pinta­da de su antecesor, Fernando de los Ríos, en la pared: «Por la Libertad, el Derecho y la Justicia.» De los Ríos es minis­tro de Justicia y en la calle arden iglesias y conventos, pa­ra «disgusto» de Largo Caballero, también ministro:

—No pudo saberse nada. Sólo que lo hubieran hecho ca­tólicos reaccionarios.

Luca de Tena vuelve a la cárcel tras de la sanjurjada contra el Estatuto catalán. «A mí ni me procesaron ni si­quiera me tomaron declaración durante los tres meses que entonces estuve en la cárcel.»

ABC no se destaca precisamente por maltratar a sus empleados. Establece la jornada de ocho horas en 1918, dos años antes de que lo decrete el conde de Romanones, y du­rante las suspensiones republicanas la empresa paga to­dos los sueldos sin estar obligada a ello. En febrero de 1934 Luca de Tena recibe la visita del delegado de la Casa del Pueblo de los talleres, que le dice que en la nave de máqui­nas hay un operario, Jesús Navarro, que no pertenece a la UGT.

—O usted lo obliga a sindicarse en la Casa del Pueblo o lo expulsa del periódico o vamos a la huelga.

Y van a la huelga. Pero la pierden. Sería la única.

En 1936, ABC publica un artículo que Prieto conside­ra injurioso y se querella contra el director. En la conci­liación, el juez le dice al oído: «Escápese usted, que le ten­go que meter en la cárcel.» A la mañana siguiente, Luca de Tena huye de polizón en un aeroplano y se instala en Biarritz.

—Y empecé a conspirar por primera vez en mi vida.


MINGOTE, ACADEMICO DE LA REAL ESPAÑOLA















Siempre he afirmado que Mingote tiene plenamente justificado su ingreso en la Real
Academia Española de la Lengua, ya que cada chiste suyo es como un libro o permi-
te escribir un libo sobre el, como en el caso del trasladado aquí.
Enhorabuena, Mingote.