miércoles, 14 de mayo de 2008

EL PRODIGIOSO CEREBRO DE ALIA




El Prodigioso cerebro de Alia
Según el Libro Guinness de los Re­cords, el pasado 19 de febrero Alia Sabur se convirtió, a los 18 años y 362 días de edad, en la profesora univer­sitaria más joven del mundo. Desde esa fecha, la muchacha imparte clases de Fí­sica en el departamento de Tecnologías de Fusión Avanzada de la Universidad surcoreana de Konkuk. Nada extraño, por otra parte, para alguien que se gra­duó en la universidad (en la Stony Brook de Nueva York), a los 10 años, se licen­ció en Matemáticas Aplicadas al cum­plir los 14 (obteniendo la calificación de Summa cum Laude) y que al cumplir los 17 ya había realizado importantes aportaciones a la ciencia en el campo de la Física de Nuevos Materiales, en con­creto sobre las bases teóricas para el de­sarrollo de una nueva generación de sondas de investigación médica.

Neoyorquina de nacimiento, de ma­dre norteamericana y padre iraní, Alia Sabur desbanca así un récord que lleva­ba imbatido 291 años, en manos del físi­co escocés Colin Maclaurin, que se con­virtió en profesor de matemáticas de la Universidad de Aberdeen poco después de cumplir los 19, en el año 1717.

Pero la física aplicada no es la única habilidad de esta joven que también es cinturón negro de taekwondo. De he­cho, lleva apareciendo en los medios de comunicación desde el momento que aprendió a leer, cosa que hizo a los 8 me­ses de edad. Y si bien es verdad que es la persona más joven que ha recibido pre­mios de la NASA o del Departamento de Defensa de EE.UU, también lo es que fue una «niña prodigio» de la música. Con­siderada desde su más tierna infancia como una gran maestra del clarinete, a los 11 años ya había tocado en importan­tes orquestas y dado recitales.

¿Su secreto? Aparte de una mente privilegiada, su capacidad de mantener intacta la curiosidad infantil. «Yo sólo quiero saber cómo funcionan las co­sas», afirma en una reciente entrevista. El año pasado, mientras Alia reflexiona­ba sobre el rumbo a seguir (es decir, an­tes de trasladarse a enseñar a Corea del Sur), quedó impresionada por los devas­tadores efectos del huracán Katrina y decidió ayudar, a su manera, dando cla­ses de Física en la única institución que mantuvo las actividades lectivas durante la catástrofe, la Southern University de Nueva Orleans.

Curiosa circunstancia que Alia fuera lo suficientemente adulta para im­partir clases en la universidad, pero no lo bastante para salir a tomar una copa con los demás profesores después de clase. Un último apunte. Nadie sabe a ciencia cierta cuál es el cociente inte­lectual de esta joven prodigiosa. Cada vez que se ha intentado medirlo, sus va­lores se han salido, sin excepción, de las tablas existentes.