sábado, 24 de enero de 2009

Probablemente Dios no exista


Foto de Koldo Aldai





También determinados autobuses de Madrid
llevan esa publicidad de los ateos.
Esta mañana he conocido un texto sobre este tema de Koldo Aldai, le he pedido permiso
para ponerlo aquí y me ha dicho que no hacia falta dicho permiso, así que lo pongo a
continuación:

Cierto, quizás Dios no exista…

Deben tener razón los ateos y sus autobuses. En realidad yo tampoco nunca Le vi. Me brotaron lágrimas con aquel atardecer, me hipnotizaron aquellos ojos, me cautivó aquella ternura…, pero a Él /Ella nunca Le/La vi. Quizás me empeñé en falso.

De acuerdo, Dios no existe, ¿pero Quién se encarga entonces cada noche de encender el firmamento y sus estrellas innumerables o en cada día las sonrisas de los niños? ¿Quién mueve las gigantes olas de los océanos, la suave brisa de las orillas, las frágiles alas de los pájaros? ¿Quién carga en otoño la higuera, Quién alfombra el hayedo, Quién pone a pasear la fauna? ¿Quién ilumina mis mañanas, Quien colorea mis campos…? No deseo aburrir con interrogantes imposibles...

Quizás Dios no exista, pero me extasió la belleza, me envolvió el amor, me colmó el gozo…, y en alguna ventanilla quisiera rendir tributo. Todo tiene un alfa, una fuente y yo no he parado de disfrutar de inmensos dones. En gramática nos enseñaron a buscarle sujeto al verbo, la lógica nos invita a encontrar causa al efecto, la vida nos sugiere explorar origen de tanta maravilla.

Quizás Dios no exista, pero el autobús que me trae de Madrid rueda entre un blanco infinito y yo quisiera que este viaje nunca se acabara. Obras de arte moderno rondan fortunas y este Pintor de miles de blancos, de colores aún no imaginados, este Alfarero de todas las arcillas, este Diseñador de Pentiums aún no descubiertos, este Artista Anónimo que cuelga y expone en todo el universo…, es postergado al olvido.

Quizás Dios no exista y todo fue ficción y los ojos miopes que repasan estas líneas los inventó un óptico avispado y el cerebro que hila estas torpes ideas y reflexiones un neurólogo fuera de serie.

Quizás Dios no exista, pero en algún altar, en algún digno rincón tendremos que colocar nuestras más bellas flores, nuestras más perfumadas velas. Hacia Algo, hacia Alguien habremos de dirigir nuestras más sentidas oraciones por tanta gloria que cada día nos alcanza.

Quizás Dios no exista, pero de dónde surge esta urgencia de íntima comunión con Algo que nos colma y desborda, con Algo que nos llena de paz y nos eleva. Quizás Dios no exista, pero por qué estas rodillas se pliegan y estas manos se juntan en alabanza…

Quizás Dios no exista y es hora de divertirnos, tal como rezan los autobuses ateos de Londres, Barcelona y pronto de Madrid, pero es que yo cuando más me divierto es cuando acaba el divertimento del mundo y a solas, en privado me encuentro con Él/Ella, no me preguntes por Su Nombre.

Lo acepto, me rindo. No sabemos nada de Dios. En realidad yo tampoco me Lo tropecé por ningún lado. Quizás Dios no exista y tengan razón los ateos, pero, doy fe, sí hay una Voz que quiero que nunca calle, un Consuelo que deseo nunca me abandone cuando todo se desmorona…

Quizás tengan razón los ateos y Dios no exista. En realidad sólo existe aquello a lo que le damos fuerza con nuestro pensamiento. Tanta dicha y grandeza que nos rodean, pueden ser cúmulo de infinitas causalidades. Pero entonces siquiera pongámosle mayúsculas y flores a la Casualidad, rindamos ante ella nuestro fatal orgullo, abracémosla en desbordadas gracias.

Rodemos autobuses que niegan Su existencia. PongámosLe otro nombre, mejor aún no Le pongamos ningún nombre, pero manifestemos sentido agradecimiento en todo instante, en todo lugar por el milagro de la Vida, por Su Origen por Los que somos tan infinitamente bendecidos...

No importa que nos veamos como hijos de Dios, o hijos de la nada, sólo importa que en ese intenso disfrute al que nos invitan los famosos autobuses esté el otro y la otra, esté presente la humanidad y todo cuanto late…

Podemos incluso corrernos la gran juerga a la que nos invitan los ateos, pero lo importante es que en ese despertar de turbante resaca sintamos que estamos en el mundo para servir al mundo; lo importante es que en esa mañana de aguda jaqueca sintamos que podemos hacer algo por la vida fascinante, su armonía y su continuidad, por más que el puesto de Creador quede vacante en nuestras mentes.

Imaginemos por un momento que existe. Poco le importará a Dios lo que pintemos en los autobuses, poco Le importará lo que de Él/Ella pensemos; lo único que anhelará es que nos olvidemos un poco de nosotros mismos y sumemos nuestras manos, nuestra mente… a las Suyas y así seguir creando y recreando sin límite para Su infinita gloria, para la gloria de tod@s. No hay ateos y creyentes, hay quienes sirven a la vida, hay quienes la apagan.

Koldo Aldai


lunes, 19 de enero de 2009

CUMPLEAÑOS FELIZ
















El día 17 del corriente mes de Enero Antonio Mingote ha cumplido 90 años.
Con este motivo el Académico Gregorio Salvador ha publicado dicho día,
en la Tercera de ABC el siguiente artículo:

Hoy cumple noventa años Antonio Min­gote. Ahí lo tienen ustedes, como todos los días, al volver esta hoja. No sé, cuan­do esto escribo, cuál será su dibujo, en qué di­rección apuntará su ingenio, en qué palabras condensará hoy su gota cotidiana de humor y sabiduría. Solo sé que nunca defrauda.

Desde el 19 de junio de 1953, ininterrumpida­mente, ha publicado su viñeta en este periódi­co. Más de cincuenta y cinco años, más de vein­te mil dibujos, la mayor parte con su pie. Ponga­mos, de promedio, de dos a tres líneas por pie y calculemos en extensión de libro lo que eso re­presenta: el escritor Antonio Mingote, el sabio Mingote. Se ha dicho que su colaboración coti­diana es, en síntesis, un editorial. La historia de ese colmado medio siglo, la verdadera histo­ria política y social podría hacerse desde el lá­piz y la pluma de Mingote.

Cumplir noventa años y cumplirlos con la agilidad mental y física con que él los cumple, con su temple moral, ya es una felicidad en sí misma que puede disfrutar en plenitud. Y con él, todos los que lo queremos y lo admiramos, que somos muchedumbre. Y desde luego ABC, su morada, del que ha sido estandarte y blasón o, como suele decirse ahora con lenguaje cen­sual, seña de identidad.

Somos, pues, muchos y variados, a celebrar este cumpleaños feliz y a emplazar a Anto­nio Mingote para su centenario. Yo, que tengo ocho años y medio menos que él, seguramente no lo veré, pero ya le tengo dicho que deseo mo­rirme antes para que me dedique una viñeta elegíaca, ese género que ha inventado y del que es maestro insuperable.

Yo lo admiraba desde mis años de estudian­te, por los cuarenta, cuando colaboraba en «La Codorniz». Ni imaginar que nuestras vidas iban a confluir en su último tramo. A él lo eli­gieron académico cuando yo ya había sido ele­gido y él fue el siguiente. Leyó mi discurso de ingreso, Sobre la letra q, para orientarse y me dijo lo más hermoso y halagador para mí vi­niendo de quien venía: que era un discurso que se podía dibujar y que había estado imaginán­dole ilustraciones mientras lo leía. Yo fui uno de los dos académicos que lo condujeron al es­trado el día de su ingreso y, desde entonces, fue creciendo y afianzándose nuestra amistad. Congeniamos desde el principio. Somos asi­duos ambos: faltamos muy pocos jueves y, cuando falta, se echa de menos, porque su pre­sencia infunde serenidad.

De Antonio Mingote se han dicho tantas co­sas, y todas buenas, que todo lo que yo pueda de­cir y quisiera decir parecerá plagio; pero hay algo que quiero destacar: es una de esas perso­nas entrañables que poseen en altísimo grado el don de la amistad, que sin esfuerzo aparente

saben ganarse el aprecio y la confianza, el reco­nocimiento y la voluntad de quien a ellas se aproxima, de quien está en su cercanía.

Llevamos más de veinte años conviviendo en la Academia, viéndonos, cuando menos, to­dos los jueves y pasando casi dos horas, esa tar­de, en asientos contiguos, en una comisión de las que proceden a la revisión del diccionario, una reunión laboriosa de ocho o diez personas, espontánea, amistosa, finamente crítica, en la que se analizan las propuestas de los lexicógra­fos que trabajan para la casa y su aporte docu­mental. Alguna vez él ha olvidado el audífono en casa y me toca a mí informarlo de lo que es­tán diciendo los demás, pero no pierde ni el so­siego ni el estilo. Sus intervenciones, amén de irónicas, suelen ser clarificadoras y deciso­rías. Su juicio mesurado y su precisión idiomá­tica resultan, habitualmente, incontroverti­bles. El último jueves lo felicitamos todos, anti­cipadamente, por esta llegada triunfal a los no­venta y, en el curso de la sesión, analizamos y discutimos la palabra acercanza, que aparece en el DRAE como voz antigua con el significa­do de «proximidad, relación» y, efectivamente, desapareció a finales del siglo quince, su últi­ma aparición escrita es de 1494. Toda voz que no haya llegado al siglo dieciséis, que no esté documentada en los clásicos, debe ser tratada por el diccionario histórico, claro esta, pero desaparecer del actual para aligerarlo, para hacer sitio a la riada de neologismos que van llegando y se van haciendo usuales en el inter­cambio cotidiano. Lo recuerdo y propongo su eliminación, pero los escritores presentes (Ar­turo Pérez-Reverte, Javier Marías, Francisco Brines, Emilio Lledó) se han enamorado de ella, les parece sugestiva y susceptible de ser usada, de entrar en competencia con cercanía o proximidad e introducir algún matiz diferen­ciados que ahonde en el significado y piden su indulto. Si ellos son capaces de revitalizarla, de reintroducirla en la lengua en las próximas semanas, sus textos la justificarán y, por su­puesto, la salvarían. Se aplaza, pues, la ejecu­ción de la sentencia. Antonio, que también es­tá con ellos y dispuesto a cooperar en la conser­vación, me dice: «¿Cómo estamos tú y yo? En acercanza. ¿En qué se ha apoyado nuestra amistad de años? En la acercanza académica». Me convence.

Suele convencer. En este ambiente de traba­jo y entendimiento donde se afinan las defini­ciones con la colaboración de todos, ahí es deci­sivo con frecuencia el magisterio de Mingote, su conocimiento de las cosas, su memoria de lo que fue y su exactitud conceptual. Sentado a mi izquierda, me apunta soluciones mientras se discute algún problema, remiso siempre a al­zar su propia voz. Tengo yo que levantar la mía

y comunicar «Antonio dice que...», y lo qu ce Antonio va a misa.

A veces se le reclama su opinión de exp en algún campo donde sabemos que lo es. S y niega ser experto en nada. Pero lo es de dad en muchas cosas, por ejemplo en músi en instrumentos musicales. Hasta he llel yo a saber algo de eso, después de sus exp ciones, siempre atinadas y aclaradoras, que conoce muy bien la lengua que habla observaciones sobre ella tienen, por lo me la misma fiabilidad que cada uno de los ra de su lápiz o de su pluma cuando traza sus d jos. No me canso nunca de insistir en que e escritor de cuerpo entero. Aunque su geni dibujante deslumbre de tal modo que iin advertir el brillo y la exacta concisión de bocadillos y desvíe la atención de la pros sus libros, donde «Hombre solo», ponga por caso, permite soslayar a «Historia t gente». Y ya con repasar sus títulos se da cuenta de la condensación de su estilo: rece mos, por ejemplo, «Los inevitables político

Convivir con él es un lujo. Cuenta las ané tas con la misma sencillez y profundidad muestran sus viñetas. Hablábamos el juevi todo esto, de sus cincuenta y cinco año ABC, de las nuevas generaciones, y contó había llamado al periódico para hablar en guíen de las alturas, de la plana mayor, y 1 saron la llamada al despacho correspondii «¿Quién lo llama, porfavor?», oyó una voz fl nina, desconocida, la secretaria al pan «Antonio Mingote». «¿De qué empresa?».

Nos contaba hace algún tiempo, a propoi de una discusión de la serie, más o in sinonímica, constituida por alias, apodo, te, seudónimo y otros, que en Daroca toda familias del pueblo tenían su apodo, merm suya, curiosamente. «Con este apellido y era necesario».

Siempre sosegado pero no impasible. b le puede dar gato por liebre y la estupidez biental es un calvario para él. La va seña• y algo logra, la pone de relieve con sus moi tes y sus comentarios y nos hace sonreír no es poco regalo. En ocasiones, su dibujo e rial es de tal calado que merece los honora la portada, como ese de hace unos días en alguien muestra el zapato en el que los R Magos no habían dejado nada pero le ha echado unas medias suelas.

Felicidades, Antonio. Sopla ya las nov velas de la tarta y disfrutemos todos cont4 esta fecha, única en la vida y no en todas la das, a la que tú has llegado en paz y gracia gloria y en verdad.


miércoles, 7 de enero de 2009

La violencia en Oriente Medio







Lo más significativo a título mundial en estas Navidades de 2008 es el
conflicto en Oriente Medio.
Relacionado con este tema traigo aqui unas palabras que Mario Conde
pronuncio
en Septiembre del pasado año en el Acto por la Paz organizado por
Fundación Ananta.



” Existe la violencia porque somos violentos. Admitámoslo. Existe la codicia porque somos codiciosos, admitámoslo. No nos neguemos. De hacerlo no avanzaremos. Nos hemos dotado de un sistema de convivencia edificado sobre formas ostensibles de violencia. Nuestras instituciones y nuestra vida diaria rezuman violencia. Porque cuando un medio de comunicación relata como hechos lo que solo son intereses espurios, eso es violencia. Cuando los políticos adoptan decisiones basadas en la mera conveniencia y al margen del interés de la humanidad, eso es violencia.. Cuando los encargados de administrar justicia se pliegan los deseos del príncipe y violentan el derecho Natural y la norma escrita, eso es violencia.
Cuando rechazamos a seres humanos que atraviesan continentes movidos por el hambre en base a su pertenencia a supuestas culturas extrañas, eso es violencia. Cuando se financian proyectos solo edificados sobre una avaricia sin mas sentido que el de la acumulación, olvidando y marginando a las necesidades reales, eso es violencia. Y lo peor es que vivimos acostumbrados a esa violencia en una sociedad que la consume. No la sufre sin mas, sino en ocasiones la consume de modo voluntario. Esto sí: esperando, suplicando que la violencia que se aplica sobre otros, que la ve de manera ostensible, no le salpique a ellos...Mientras sufran otros....

Y no sabe que no hay otros, Todos somos una unidad. Nada que sucede a un ser humano deja de sucedernos a nosotros. Somos actores, escritores, tramoyistas y espectadores de la obra del vivir de nuestra humanidad. Y artificialmente nos separamos. Cuando solo protestamos de palabra, sin mas, sin actuar, frente a todas estas muestras de violencia, estamos siendo cómplices de la violencia.”


martes, 6 de enero de 2009

Cowboys de medianoche

Cowboys de medianoche del sábado 3 de Enero de 2009