miércoles, 26 de diciembre de 2007

Arturo Pérez Reverte y la Educación

Cuadrilla de golfos apandadores, unos y otros. Refraneros casti­cistas analfabetos de la derecha. Demagogos iletrados de la izquierda. Presidente de este Gobierno. Ex presidente del otro. Jefe de la patética oposición. Secretarios generales de partidos nacionales o de partidos auto­nómicos. Ministros y ex ministros —aquí matizaré ministros y ministras— de Educa­ción y Cultura. Consejeros varios. Etcétera. No quiero que acabe el mes sin mentaros —el tuteo es deliberado— a la madre. Y me refiero a la madre de todos cuantos habéis tenido en vuestras manos infames la enseñanza pública en los últimos veinte o treinta años. De cuantos hacéis posible que este autocomplaciente país de mierda sea un país de más mierda todavía. De vosotros, torpes irresponsables, que extirpasteis de las aulas el latín, el griego, la Historia, la Literatura, la Geografía, el análisis inteligen­te, la capacidad de leer y por tanto de com­prender el mundo, ciencias incluidas. De quienes, por incompetencia y desvergüenza, sois culpables de que España figure entre los países más incultos de Europa, nuestros jóvenes carezcan de comprensión lectora, los colegios privados se distanden cada vez más de los públicos en calidad de enseñan za, y los alumnos estén por debajo de la media en todas las materias evaluadas. Pero lo peor no es eso. Lo que me hace hervir la sangre es vuestra arrogante impu­nidad, vuestra ausencia de autocrítica y vuestra cateta contumada. Aquí, como de costumbre, nadie asume la culpa de nada. Hace menos de un mes, al publicarse los desoladores datos del informe Pisa 2006, a los meapilas del Pepe les faltó tiempo para echar la culpa de todo a la Logse de Maravall y Solana —que, es derto, deberían ser ahorcados tras un juicio de Nuremberg cultural-, pasando por alto que durante dos legislaturas, o sea, ocho años de poste­rior gobierno, el amigo Ánsar y sus secua­ces se estuvieron tocando literalmente la flor en materia de Educación, destrozando la enseñanza pública en beneficio de la privada y permitiendo, a cambio de pas­teleo electoral, que cada cacique de pueblo hidera su negocio en diecisiete sistemas educativos distintos, ajenos unos a otros, con efectos devastadores en el País Vasco y Cataluña. Y en cuanto al Pesoe que ahora nos conduce a la Arcadia feliz, ahí están las reacciones ofidales, con una consejera de Educación de la Junta de Andalucía, por ejemplo, que tras veinte años de gobier­no ininterrumpido en su feudo, donde la cultura roza el subdesarroüo, tiene la des­fachatez de cargarle el muerto al «retraso histórico». O una ministra de Educadón, la señora Cabrera, capaz de afirmar impávida que los datos están fuera de contexto, que los alumnos españoles funcionan de mara­villa, que «el sistema educativo español no sólo lo hace bien, sino que lo hace muy bien» y que éste no ha fracasado porque «es capaz de responder a los retos que tiene la sociedad», entre ellos el de que «los jóvenes tienen su propio lenguaje: el chat y el sms». Con dos cojones.

Pero lo mejor ha sido lo tuyo, presidente —recuérdame que te lo comente la próxima vez que vayas a hacerte una foto a la Real Academia Española—. Deslumbrante, lo juro, eso de que «lo que más determina la educación de cada generación es la educación de sus padres», aunque tampoco estuvo mal lo de «hemos tenido muchas generaciones en España con un bajo rendimiento edu­cativo, fruto del país que tenemos». Dicho de otro modo, lumbrera: que después de dos mil años de Hispania grecorromana, de Quintiliano a Miguel Delibes pasando por Cervantes, Quevedo, Galdós, Clarín o Machado, la gente buena, la culta, la pre­parada, la que por fin va a sacar a España del hoyo, vendrá en los próximos años, al fin, gracias a futuros padres felizmente for­mados por tus ministros y ministras, tus Loes, tus educadones para la ciudadanía, tu género y genera, tus pedagogos canta-mañanas, tu falta de autoridad en las aulas, tu igualitarismo escolar en la mediocridad y falta de incentivo al esfuerzo, tus univer­sitarios apáticos y tus alumnos de cuatro suspensos y tira p'alante. Pues la culpa de que ahora la cosa ande chunga, la causa de tanto disparate, descoordinación, con­fusión y agrafía, no la tenéis los políticos culturalmente planos. Niet. La tiene el bajo rendimiento educativo de Ortega y Gasset, Unamuno, Cajal, Menéndez Pidal, Manuel Seco, Julián Marías o Gregorio Salvador, o el de la gente que estudió bajo el franquis­mo: Juan Marsé, Muñoz Molina, Carmen Iglesias, José Manuel Sánchez Ron, Ignacio Bosque, Margarita Salas, Luis Mateo Diez, Alvaro Pombo, Frandsco Rico y algunos otros analfabetos, padres o no, entre los que generacionalmente me incluyo.Qué miedo me dais algunos, rediós. En serio. Cuánto más peligro tiene un imbécil que un malvado. ■

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SEMANAL 23 DE DICIEMBRE DE 2007