viernes, 4 de abril de 2008

La soledad en la cumbre


Esta es la noticia de la reunion de Bucarest

La soledad en la cumbre

EDITORIAL

Desde que tomó la discutida decisión de retirar las tropas españolas de Irak, el presidente del Gobierno ha pretendido hacerse una fotografía en actitud amistosa con el presidente norteamericano George Bush, con la evidente intención de desmentir las críticas sobre el punto más débil de nuestra política exterior. En las ocasiones que se han presentado, sobre todo en las cumbres de la Alianza Atlántica, Zapatero ha exprimido todas las posibilidades de provocar algo más que un saludo fugaz, pero no ha tenido ningún éxito, ni siquiera después de los ímprobos esfuerzos que ha llevado a cabo la diplomacia española.

En primer lugar, porque en la Casa Blanca saben muy bien para qué quiere el presidente del Gobierno esa fotografía y probablemente no tengan muchas ganas de hacerle ese regalo, y en segundo lugar, porque para poder tener ese encuentro casual es necesario al menos poder decir en una lengua común algo más del «hola, hola, felicidades» con el que el presidente norteamericano le saludó a su llegada a Bucarest. La política exterior es el peor terreno para las improvisaciones o para la utilización interesada de los gestos. Las expectativas del propio presidente para la cumbre de Bucarest pasaban por mantener una reunión con George Bush anunciada por Moncloa. Pero el resultado es la fotografía que ilustra nuestra portada: un Zapatero solo e ignorado por el resto.

La soledad en la cumbre

Fuente: ABC.es

ECONOMIA ESPAÑOLA. RESPUESTAS ADECUADAS

En la situación económica actual de España, traemos aqui un artículo de D. Juan E. Iranzo, Director General del Instituto de Estudios Económicos, publicado en la Tercera del ABC del día 1 de Abril de 2008, en el que expone con claridad la situación económica actual de España y aporta soluciones y medidas para las distintas situaciones problemáticas.



En los momentos actuales, estamos asis­tiendo a cambios estructurales que están consolidando una nueva realidad econó­mica, caracterizada por la globalización. Los cambios tecnológicos, gracias a la revolución de las comunicaciones y del transporte, así como institucionales, fruto de la liberalización de los mercados, están impulsando las fuerzas compe­titivas que, a su vez, han permitido un creci­miento intenso, equilibrado geográficamente y sostenido en los últimos años. Estamos asistien­do a una creciente interdependencia de los mer­cados mundiales de bienes, de servicios y de fac­tores, lo que permite una mejor asignación de los recursos y, como consecuencia de ello y de la creciente competencia, una oferta de bienes y servicios más barata y de mayor calidad, que es­tán definiendo un nuevo ciclo económico. Asi­mismo, el aumento de la renta y del bienestar se extienden a un número creciente de países en Asia, en Iberoamérica y en Europa Central. Del mismo modo, hemos asistido a la creciente glo-balización de los mercados financieros que, in­cluso, está superando la capacidad de respuesta ante los posibles problemas que puedan plan­tear la aparición de una serie de actividades completamente novedosas, las numerosas innovaciones financieras y la configuración de unmarco institucional supranacional.


La aplica­ción de recetas obsoletas a problemas nuevos ha provocado que la economía mundial se encuen­tre actualmente en una etapa de elevada incerti-dumbre como consecuencia del estallido de la crisis de las hipotecas subprime, cuyo alcance y consecuencias son difíciles de predecir. El prin­cipal canal de transmisión de la misma hacia el conjunto de la economía está siendo el incremen­to del coste del dinero, por el aumento de la pri­ma de riesgo y por el endurecimiento de las con­diciones de acceso al crédito. A todo lo anterior se le añade el acusado encarecimiento de los pre­cios del petróleo, al que en los últimos meses se añade también el de los alimentos, lo que ha des­embocado en notables rebrotes inflacionistas en todo el mundo, como consecuencia tanto del incremento de la demanda como por.su carácter de «inversión refugio», junto al oro.


Los bancos centrales, en aras de contribuir a la estabilidad financiera, han asumido su pa­pel de prestamistas de última instancia y han respondido a la crisis desatada en los mercados interbancarios con fuertes inyecciones de liqui­dez, y con recortes en los tipos de interés, como en el caso de la Reserva Federal estadounidense, o con una paralización de los planes de subidas de éstos, como en el caso del Banco Central Euro­peo. El peligro de que se produzca una crisis sis­temática a causa de una pérdida de confianza ha pesado más que el miedo a caer en una situación de riesgo moral, es decir, que las actuaciones de las autoridades monetarias puedan estar alen­tando un comportamiento irresponsable en el futuro por parte de los mercados financieros an­te la seguridad de que, en caso de que se desenca­denara una crisis, los bancos centrales acudi­rán siempre en su apoyo. A pesar de esta situa­ción, la economía mundial puede crecer por en­cima del 4 por ciento, si bien de manera asimétri­ca, con un gran dinamismo en China, en la India y en Iberoamérica, países que actualmente cuen­tan con capacidad de financiación, cuyos fondos soberanos están resolviendo algunos problemas de capitalización en grupos financieros occiden­tales, y con un lento crecimiento en la Unión Eu­ropea y en Japón; por su parte, Estados Unidos registra cierto estancamiento por la crisis sufri­da en el primer semestre. Así, la crisis de con­fianza no se disipará hasta que se conozca la sol­vencia real de las instituciones financieras.

La crisis financiera ha causado un impacto muy negativo sobre la economía española, cuya demanda de consumo y de inversión se estaba desacelerando desde junio del pasado año. Los mecanismos de transmisión directa de la crisis son, fundamentalmente, la elevación de los pre­cios de las materias primas, que alimentan nues­tra inflación; la apreciación del euro, que nos res­ta competitividad; y, sobre todo, la restricción del crédito internacional, elemento necesario pa­ra financiar un déficit por cuenta corriente de un 10 por ciento del PIB, lo que incide negativa­mente en el consumo y en la inversión. Todos es­tos factores están acentuando la desaceleración del crecimiento, que podría situarse en el 2,5 por ciento de media en este año, con un claro perfil descendente. El sector más perjudicado es la construcción residencial que actualmente se en­cuentra en recesión. Asimismo la desacelera­ción del crecimiento económico español está ra-lentizando la creación de empleo, que incluso po­dría registrar saldo negativo en los últimos me­ses del año. Por su parte, los desequilibrios bási­cos, como son la inflación y el déficit exterior, se encuentran desbocados. Por tanto, el aumento de nuestra competitividad y del potencial de creci­miento, son los retos fundamentales a los que se debe enfrentar, inmediatamente, el nuevo gobier­no. El fuerte déficit de la balanza corriente pone de manifiesto la fragilidad de nuestro sector ex­terior y provoca grandes necesidades de finan­ciación exterior, que, en estos momentos de res­tricción internacional del crédito, puede limitar seriamente la formación de capital y, por tanto, la generación de empleo. Las reformas estructu­rales constituyen el único camino posible para mejorar nuestra competitividad. Por tanto, es ne­cesario acometer la reducción estructural de los impuestos; la flexibilización del mercado laboral; la liberalización de los mercados de bienes y servicios y el desarrollo de las infraestructuras de transporte de mercancías, muy especialmen­te en el eje Mediterráneo que conecta con Francia.

Asimismo es imprescindible garantizar el abastecimiento energético, por lo que resulta fundamental poner en valor las posibilidades de la energía nuclear y no cerrar ninguna central actualmente en producción. También se hace ne­cesario impulsar una política de agua que intro­duzca criterios de mercado. En materia de com­petitividad es fundamental adecuar la forma­ción a las necesidades del sistema productivo e impulsar una política de I+D+i auténticamente destinada a los requerimientos de las empresas. El incremento de los costes de transacción, debi­dos a la ruptura de la unidad de mercado, al in­adecuado funcionamiento de la justicia económi­ca y a la inseguridad jurídica en las decisiones administrativas, se deben frenar inmediatamen­te por parte del nuevo gobierno. Es necesario sus­tituir la reciente y nefasta Ley del Suelo por otra nueva, que lo liberalice y que, por tanto, reduzca significativamente su impacto sobre el coste de la vivienda y elimine uno de los más importantes nichos de corrupción. El aumento del potencial de crecimiento y de la competitividad de nuestra economía tendría un efecto muy positivo sobre la economía tendría un efecto muy positivo sobre la reducción de nuestros desequilibrios básicos, la inflación y el déficit exterior.

Asimismo se debe conseguir un auténtico de­sarrollo sostenible, entendido como difícil equili­brio entre cohesión social, crecimiento económi­co y protección del medio ambiente. Por tanto, se imponen políticas de reforma de los sistemas de pensiones y de asistencia sanitaria, así como de racionalización de las medidas de impacto medioambiental. Sin embargo, el nuevo gobier­no debe evitar caer en la tentación de seguir in­crementando el gasto público y de practicar el in-tervensionismo en la actividad económica.

Una vez más hay que resaltar que el progreso económico y social sólo se produce mediante la economía de mercado, la libertad empresarial y las condiciones estructurales que permitan de­sarrollar estos potenciales, especialmente en los momentos actuales. Las políticas intervencionis­tas y de subsidio que se proponen como solución son caras, injustas y contraproducentes, puesto que generan expectativas negativas, e incluso pueden atentar contra la libertad individual, concepto fundamental en sí mismo, que es el re­sultado de la conjunción indivisible entre liber­tad civil, libertad política y libertad económica: si aiguna de ellas se cercena, se daña la libertad como condición esencial de las personas.

JUAN E.. IRANZO

Director General del Instituto de Estudios Económicos