sábado, 16 de agosto de 2008

POBRECITOS CHINOS




Juan Manuel de Prada publica en el ABC de hoy el siguiente artículo:

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¡Pobrecitos chinos!

POR JUAN MANUEL DE PRADA

Sábado, 16-08-08

LLEVAMOS algunos meses aguantando la misma tabarra: que si en China no hay libertad de expresión, que si los disidentes chinos son silenciados, que si la censura del régimen chino actúa implacablemente, etcétera. Naturalmente, la tabarra se acompaña de una apología -expresa o tácita- de nuestras democracias de buten, donde hay una libertad de expresión que te cagas, donde toda disidencia es hospitalariamente acogida, donde todas las ideas valen lo mismo y además pueden ser defendidas en igualdad de condiciones, etcétera. Si no fuera porque escuchar tales memeces complacientes provoca náuseas, reiríamos a mandíbula batiente, como lo haríamos si mañana, por ejemplo, la prensa nos empezase a dar la tabarra con la crisis económica que sufren -yo qué sé- los bielorrusos, que seguramente será más feroz que la que padecemos por estos lares. Pero si mañana la prensa se dedicase a darnos esta tabarra bielorrusa, pensaríamos que pretenden colarnos gato con liebre, consolándonos de nuestra calamidad con calamidades remotas. En cambio, a nadie le parece que esta tabarra china sea un ejercicio de escapismo insoportable; y todos seguimos tan satisfechos de disfrutar de una democracia tan de buten donde toda libertad tiene su asiento.

Pero la verdad es muy distinta. Y la verdad es que las sociedades democráticas han creado «patrones de juicio» contra los que es casi imposible rebelarse; y toda posibilidad de rebelión exige la aceptación de una condena al ostracismo. Sin necesidad de ninguna censura, mediante la imposición de una serie de clichés ideológicos que han sido asumidos como dogmas de fe, la izquierda ha logrado imponer un pensamiento elevado a la condición de tendencia hegemónica; también, por supuesto, entre la propia derecha, que se ha resignado a desempeñar un papel ridículo, cual es el de jugar una partida en la que el adversario elige campo y determina las reglas de juego. Y puesto que este pensamiento se ha convertido en regla de juego inatacable, quien se niega a acatarlo, o simplemente se atreve a discutirlo, es de inmediato separado, segregado, condenado... ¡oh, no a la pena de muerte ni a la cárcel, pues aquí somos muy civilizados, no como los chinos! Condenado a la irrelevancia, al pintoresquismo, a la soledad del apestado o del friki. Hay una libertad enooooorme de prensa; pero no hay medio de comunicación que se atreva a refutar seriamente los clichés ideológicos sobre los que se sostiene el tingladillo de la farsa: las «conquistas» del feminismo, la «extensión» de derechos, la «memoria histórica», etcétera. Las opiniones adversas al Matrix progre no están prohibidas, ni se ejerce violencia contra quienes las sostienen: simplemente, tales opiniones son relegadas, o en todo caso aceptadas como «aberraciones» que el sistema tolera benignamente; y quienes las sostienen apenas encuentran vías para expresarlas, o si las encuentran son vías secundarias (más bien comarcales) que no les permiten defenderlas en igualdad de condiciones.

Ilustraremos este aserto con un ejemplo irrebatible, aunque podríamos aducir cientos. ¿Cuántas películas se han producido en España durante los últimos veinte años que tengan como asunto, principal o afluente, la Guerra Civil? Centenares, seguramente. ¿Cuántas ofrecen una visión que se aparte mínimamente del «patrón de juicio» establecido por la izquierda? Ninguna, seguramente. ¿Hemos de pensar que en España no hay directores ni guionistas que desafíen tal «patrón de juicio»? ¿Hemos de creer que no hay millones de espectadores dispuestos a ver una película en la que no se pinte a quienes combatían en el bando de Franco como villanos guiñolescos? Sin embargo, no hay productor en España que se atreva a impulsar un proyecto que desafíe el «patrón de juicio» establecido, aun sabiendo que de este modo está reprimiendo el talento de un montón de cineastas; y, lo que todavía resulta más rocambolesco, sabiendo que está renunciando a un público potencial de muchos millones de espectadores, que en nuestras democracias de buten desempeñan el papel de apestados o frikis. Entretanto, podemos seguir entretenidos con la tabarra del momento: que si en China no hay libertad de expresión, que si los disidentes chinos son silenciados, que si la censura del régimen chino actúa implacablemente, etcétera. ¡Pobrecitos chinos!

www.juanmanueldeprada.com