sábado, 21 de junio de 2008

ESAS POSTALITAS SEVILLANAS












Una vez mas traigo aquí un artículo de Arturo Pérez - Reverte

Esas postalitas sevillanas

La de hoy es una de esas edificantes historias que reflejan bien de qué va esto. Me la acaba de contar mi compa­dre Jesús Vigorra, y les va a encantar. Jesús dirige un programa de libros en Canal Sur llamado El público lee, que bate récords de audiencia cultural en Anda­lucía; programa que, de forma milagrosa, sobrevive sin casarse con nadie, dando voz a un variopinto registro de autores, hablando de libros que interesan a todo el mundo y negándose a convertir la literatura en club cerrado de capullos y cantamañanas. Por eso sigue ahí, para disfrute de sus seguidores y honra de la cadena andaluza —no todo va a ser tele­basura- que desde hace años lo alberga y apoya. Además, mi compadre conduce un programa de radio que arrasa entre la gente de infantería, pues trata sobre los pequeños problemas de la ciudad y sus habitantes, y a menudo es último recurso de los que no tienen voz ni quien hable por ellos. Ahí es donde entra nuestra bonita anécdota.

En la Navidad de 2006, un colegio del distrito Cerro Amate de la ciudad de Sevi­lla organizó un concurso de postales navi­deñas para sus alumnos, bajo la cobertura del Ayuntamiento. Los niños hicieron sus postales primorosas, el colegio organizó una fiesta para entregar los premios, y éstos consistieron en una reproducción del futuro cheque que, con cargo a las arcas municipales, los niños.y sus padres por ellos, cobrarían como premio. Hasta ahí todo monísimo, como ven. Una iniciativa simpática, para incentivar la creatividad de las criaturas, y de paso que el distrito, y el Ayuntamiento, y todo el político o aspirante a manguta que pasara por allí, pudiera hacerse la foto correspondiente y salir en los periódicos. Que es de lo que se trataba, claro. La prueba es lo que vino después. O lo que no vino.

A principios de mayo de 2008 -casi año y medio después— ninguno de los niños ganadores del concurso había cobrado un euro, ni había indicios de que lo cobrara nunca. Hasta el punto de que una de las madres, harta de reclamar en las oficinas del distrito y de que nadie le hiciera caso, telefoneó al programa de radio de Jesús, contando el monipodio en plan te voy a decir una cosa, Vigorra de mi alma, escucha. A mi niño le dijeron que había ganado un premio de doscien­tos cuarenta euros, y hasta hoy no los ha visto ni de lejos. Y yo venga a ir al distrito a preguntar qué pasa con mi criatura, que estaba tan ilusionada, y allí te puedes ima­ginar. Nunca hay nadie, y si hay alguien, nunca está para recibirla a una. Y aquí estamos. Esperando.

A petición mía, Jesús me mandó la gra­bación de la entrevista que, después de aquello, le hizo a una representante de la municipalidad local pidiendo explicaciones sobre el asunto. Acabo de escucharla en el reproductor del ordenata donde tecleo, y ahora escribo asombrado, pese a la mucha mili que llevo a cuestas, por el impudor y la desvergüenza oficiales que se adivi­nan bajo los balbuceos, los silencios y las excusas de la prójima en cuestión; a fin de cuentas, ella, peoncito sin importancia del tinglado municipal responsable de la cosa. Porque resulta que en esta España donde el dinero se lo funden los ayunta­mientos y los gobiernos autonómicos y los ministerios y el Estado —o lo que ten­gamos ahora— en setenta mil chorradas de presunto tufo cultural, donde todo cristo tira con pólvora del rey, donde el cuñado de Fulano o el constructor amigo de Men­gano trincan por detrás con ambas manos y donde las facturas, cuando las hay, se arreglan a medida después de hechos los pagos, la razón por la que a un niño gana­dor de un concurso escolar de postales navideñas llevan año y medio sin pagarle doscientos cuarenta cochinos euros, es la siguiente: para esa cantidad hace falta que se reúna antes nada menos que el pleno del Ayuntamiento de Sevilla y apruebe la cosa. Pero como entre diciembre de 2006 y mayo de 2008 hubo elecciones municipales, los presupuestos quedaron paralizados, hubo que votarlos de nuevo, y el proceso administrativo para pagar el premio debió empezarse —al menos eso

. Teniendo en cuenta, claro, que hasta que el asunto no salió por la radio nadie era responsable de nada. El concurso de postales ya ni siquiera se convocó en diciembre de 2007. Silencio cuentan desde el principio. De manera que, si todo ha ido bien, el niño cobrará más o menos por estas fechas administrativo. Calculen cuándo habría cobrado el zagal si a su madre no se le-ocurre piarlas en la radio.

Doscientos cuarenta euros y un colegio en Navidad, oigan. Un pleno de Ayunta­miento como trámite para que un niño cobre su premio. Dirán ustedes que no es posible. Que no puede tenerse tan poca vergüenza, ni en Sevilla ni en ninguna otra parte. Pero ya ven. Se puede. ■

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100 DIAS DE SEGUNDA LEGISLATURA DE ZAPATERO








Han pasado los primero 100 días de la segunda legislatura de Zapatero y Tomás Cuesta hace algunas consideraciones:

PERSPECTIVA

CIEN DIAS DE CRISIS, DIÁLOGO HUERO


CIEN días es el plazo que tradicionalmente se conce­de a un gobierno nuevo antes de criticarlo sin contemplaciones. Es una cortesía parlamentaria y pe­riodística más propia de la primera legislatura, pero es el tiempo que le ha llevado al presidente Zapatero descubrir que España estaba en crisis. Ha sido necesario que todos los analistas económicos certificasen la gravedad de la si­tuación y que el mismísimo Banco de España alertase de la frágil salud de las cuentas públicas y del sistema de pensiones.

Cien días ha tardado el jefe del ejecu­tivo en convocar a los agentes sociales al diálogo, el eje central de su estrategia económica. Es justo re­conocer que algo hemos avanzado en este plazo, es­ta misma semana Funcas, AEB y IEE han pronun­ciado las palabras prohibidas, recesión y estanflación, sin que se les haya aplicado la ley de repre­sión de vagos y maleantes por antipatriotas. Pero no ha sido un plazo suficiente para que la manosea­da ciudadanía tenga una idea clara de lo que se pro­pone el gobierno. Habrá que esperar a septiembre.

He leído con atención las crónicas de la reunión del miércoles en la Moncloa y confieso que no he encontrado más que vaguedades y una bonita foto en la que la minis­tra de Igualdad cumple el objetivo de adorno en el margen para el que fue nombrada. Pero gobernar es más que inten­tar manejar la opinión pública y dar señales de tranquili­dad en tiempos de tempestad. Zapatero se equivoca si cree que a estas alturas de la crisis todavía le basta con presen­tarse sonriendo y bien acompañado. Las temidas expecta­tivas de crisis, las que retraen el consumo, la inversión y el empleo, las profecías autocumplidas que todo gobernante responsable quiere evitar, se han hecho realidad porque el presidente sigue en su Disneylandia particular mientras fuera cae la tormenta perfecta. Y tampoco es que el discur­so de los sindicatos haya sido muy esperanzador. Condicio­nados políticamente hasta en el lenguaje que utilizan para describir la situación —era entrañable ver a Cándido Mén­dez evitar la palabra crisis— radicalizan por otro lado los mensajes para evitar la deserción de sus bases. Proclaman así con énfasis encomiable que «los trabajadores no pue­den ser los únicos paganos, los sacrificios tienen que repartirse con los empresarios».

Deben tener otros datos que los demás o haberse quedado anclados en la Memoria Históri­ca, porque han cerrado más del 50 por ciento de las promo­toras y pequeñas constructoras, son innumerables las em­presas en pérdidas y los espectaculares beneficios de las empresas del IBEX son cosa del pasado mientras las cotiza­ciones, el patrimonio de sus accionistas, anda en mínimos. Ese discurso confrontacional no es el más adecuado para una negociación que ha de centrarse en la austeri­dad, la competividad y la productividad.

El diálogo social es deseable, pero no es el bálsa­mo de Fierabrás que todo lo cura. De la misma for­ma que las amenazas del terrorismo islamista no están hoy más lejanas porque España haya aban­derado la causa de la alianza de la civilizaciones, como ha tenido ocasión de comprobar el ministro del Interior con la reciente detención de un nuevo comando, la salida de la crisis no se hará a la italia­na, mediante la cesión de la responsabilidad de go­bernar a unos agentes sociales que tienen intereses legíti­mos pero particulares y no siempre congruentes con las necesidades del país. En economía, como en política, hay momentos para el diálogo y momentos para la decisión, aunque conlleve un cierto grado de confrontación. Fran­cia y Alemania han superado parte de sus dificultades eco­nómicas gracias a la resolución y firmeza de sus gobernan­tes que han marcado el camino de la negociación sindical con propuestas polémicas pero necesarias que se resumen en poner coto a los excesos del Estado de Bienestar.

El presi­dente español da toda la impresión de querer repetir con la economía el desnortado proceso de reforma autonómica. Sin objetivos claros, sin propuestas decididas, sin una idea de lo necesario, sin una agenda establecida, convoca a los agentes sociales para que le hagan el trabajo. Solo le ha fal­tado decirles solemnemente a patronal y sindicatos, «me comprometo a llevar al Parlamento cualquier cosa que us­tedes acuerden». Le llamarán talante, diálogo, democra­cia participativa o nuevo republicanismo, pero a mi me suena demasiado a dejación de responsabilidades y al más rancio corporativismo. La economía espera otra escena del sofá, que se produzca cuanto antes.

Tomás Cuesta