domingo, 13 de abril de 2008

HA LLEGADO UN ÁNGEL

Interesante el artículo que Tomás Cuesta publicó en el ABC de ayer, 12 de Abril de 2008:

MOTIVO

Ha llegado u n ángel


TOMÁS CUESTA

En España se emplea el término «buenismo» para denominar esa chatarra ideológica que los fran­ceses tildaron de «angelismo» antes de darle puerta al siglo XX. El bizarro Karl Kraus decía que el len­guaje es la partera que alumbra el pensamiento y que ca­da expresión, por tanto, tiene su propio intríngulis y su particular e intransferible perendengue. Vistos así, «buenismo» y «angelismo» son conceptos mellizos pero no gemelos. En este país caprino, asilvestrado y cachicuerno, ser bueno, muchas veces, equivale a ser un necio. No es raro, pues, que hasta Macha­do, al mostrarse desnudo ante el espejo de los ver­sos, se preocupase de matizar la diferencia: «Y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,/ soy, en el buen sentido de la palabra, bueno». Allende los Pirineos, sin embargo, la bondad se valora y se celebra, pero los ángeles tienen mala prensa. «Qui veut faire l'ange, fait la béte», sen­tenciaba Pascal con impecable contundencia. El que farda de plumas sobrehumanas, a la que se descuide enseñará el plumero. El reverso del ángel es la bestia.

El señor Zapatero, quien, en la anterior legislatura, esparcía buenismo como la flor de la canela, en ésta que comienza parece decidido a deslizarse por la vertiente angélica. El Zapatero de la sesión de investidura es muy distinto de aquel advenedizo que transitaba entre el bo­chorno y la vergüenza ajena. Desde lo alto de la tribuna del Congreso, once millones fle votos lo contemplan mientras él—aplomado, seguro, desenvuelto—contem­pla el porvenir que, hoy por hoy, es su predio. El zapate-rismo, en efecto, nació ayer (aunque fuera con fórceps y en segunda vuelta) y tiene cuatro años para robustecer­se. Los electores —que son, al fin y al cabo, los que ava­lan el crédito— le han dado un cheque en blanco, amén de condonarle sus anteriores deudas. Si mentir sale gra­tis (incluso, sale a cuenta), si la inmoralidad está en ofer­ta, el presidente, ahora, puede sacar los pies del tiesto siempre que se le ponga en la punta de la ética. Porque el zapaterismo ni es un modelo de gestión, ni cabe concre­tarlo en un programa de gobierno. El zapaterismo, en realidad, es un proyecto que se ha propuesto «okupar» las entretelas. Su objetivo es transformar la sociedad y franquearle el paso al hombre nuevo. Hay que barrer la caspa, exterminar los atavismos, fumigar las concien­cias, reeducar las mentes y lograr que el conjunto de la ciudadanía confíe, a pie juntillas, en la profana provi­dencia. O sea, en Zapatero.

La teología cristiana sostiene que los ángeles son es­pirituales en esencia y se hallan, por tanto, libe­rados de cualquier relación con la materia. Lle­gar a semejante conclusión, tan evidente en apa­riencia, costó un par de concilios, nada menos, y una interminable zambullida en los textos de los Padres de la Iglesia: desde San Agustín al Aquinate, pasando por el Seudo-Dionisio o San Gregorio Nacianceno. ¡Cuánta materia gris des­perdiciada, cuántas cavilaciones, cuánto esfuer­zo...! Y todo por no toparse en su momento con ese paradigma de la angelología en que se ha con­vertido Rodríguez Zapatero. El presidente ha sobrevola­do el Parlamento dejándose llevar en alas del espíritu y desdeñando las materiales impurezas. Sólo el señor Ra-joy, que es un materialista con pujos dialécticos, se atre­vió a echarle en cara que no entraba en materia. Y sólo Rosa Diez, en el papel de ángel caído que desafia al Crea­dor a voz en cuello, logró que a Zapatero se le erizara el gesto. El resto de la Cámara dejó que el «body-body» ocu­para el lugar del cuerpo a cuerpo. Eso del «body-body», por si no lo recuerdan, es un exótico masaje tailandés que equivale al «full-contact», pero sin repartir galle­tas. Relájense, disfruten y olvídense del precio.

De momento, lo único indudable es que la fórmula ca­nónica que establecía nueve órdenes en la jerarquía an­gélica ha de ser ampliada con carácter de urgencia. Y no es por enmendarle la plana a la Escritura, sino por ade­cuar sus enseñanzas a los tiempos modernos. La retahi­la, puesta al día, sería la siguiente: serafines, querubi­nes, tronos, dominaciones, virtudes, potestades, princi­pados, arcángeles, ángeles y zapateros. En el fondo, es un cielo.

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