MOTIVO
Ha llegado u n ángel
TOMÁS CUESTA |
En España se emplea el término «buenismo» para denominar esa chatarra ideológica que los franceses tildaron de «angelismo» antes de darle puerta al siglo XX. El bizarro Karl Kraus decía que el lenguaje es la partera que alumbra el pensamiento y que cada expresión, por tanto, tiene su propio intríngulis y su particular e intransferible perendengue. Vistos así, «buenismo» y «angelismo» son conceptos mellizos pero no gemelos. En este país caprino, asilvestrado y cachicuerno, ser bueno, muchas veces, equivale a ser un necio. No es raro, pues, que hasta Machado, al mostrarse desnudo ante el espejo de los versos, se preocupase de matizar la diferencia: «Y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,/ soy, en el buen sentido de la palabra, bueno». Allende los Pirineos, sin embargo, la bondad se valora y se celebra, pero los ángeles tienen mala prensa. «Qui veut faire l'ange, fait la béte», sentenciaba Pascal con impecable contundencia. El que farda de plumas sobrehumanas, a la que se descuide enseñará el plumero. El reverso del ángel es la bestia.
El señor Zapatero, quien, en la anterior legislatura, esparcía buenismo como la flor de la canela, en ésta que comienza parece decidido a deslizarse por la vertiente angélica. El Zapatero de la sesión de investidura es muy distinto de aquel advenedizo que transitaba entre el bochorno y la vergüenza ajena. Desde lo alto de la tribuna del Congreso, once millones fle votos lo contemplan mientras él—aplomado, seguro, desenvuelto—contempla el porvenir que, hoy por hoy, es su predio. El zapate-rismo, en efecto, nació ayer (aunque fuera con fórceps y en segunda vuelta) y tiene cuatro años para robustecerse. Los electores —que son, al fin y al cabo, los que avalan el crédito— le han dado un cheque en blanco, amén de condonarle sus anteriores deudas. Si mentir sale gratis (incluso, sale a cuenta), si la inmoralidad está en oferta, el presidente, ahora, puede sacar los pies del tiesto siempre que se le ponga en la punta de la ética. Porque el zapaterismo ni es un modelo de gestión, ni cabe concretarlo en un programa de gobierno. El zapaterismo, en realidad, es un proyecto que se ha propuesto «okupar» las entretelas. Su objetivo es transformar la sociedad y franquearle el paso al hombre nuevo. Hay que barrer la caspa, exterminar los atavismos, fumigar las conciencias, reeducar las mentes y lograr que el conjunto de la ciudadanía confíe, a pie juntillas, en la profana providencia. O sea, en Zapatero.
La teología cristiana sostiene que los ángeles son espirituales en esencia y se hallan, por tanto, liberados de cualquier relación con la materia. Llegar a semejante conclusión, tan evidente en apariencia, costó un par de concilios, nada menos, y una interminable zambullida en los textos de los Padres de la Iglesia: desde San Agustín al Aquinate, pasando por el Seudo-Dionisio o San Gregorio Nacianceno. ¡Cuánta materia gris desperdiciada, cuántas cavilaciones, cuánto esfuerzo...! Y todo por no toparse en su momento con ese paradigma de la angelología en que se ha convertido Rodríguez Zapatero. El presidente ha sobrevolado el Parlamento dejándose llevar en alas del espíritu y desdeñando las materiales impurezas. Sólo el señor Ra-joy, que es un materialista con pujos dialécticos, se atrevió a echarle en cara que no entraba en materia. Y sólo Rosa Diez, en el papel de ángel caído que desafia al Creador a voz en cuello, logró que a Zapatero se le erizara el gesto. El resto de la Cámara dejó que el «body-body» ocupara el lugar del cuerpo a cuerpo. Eso del «body-body», por si no lo recuerdan, es un exótico masaje tailandés que equivale al «full-contact», pero sin repartir galletas. Relájense, disfruten y olvídense del precio.
De momento, lo único indudable es que la fórmula canónica que establecía nueve órdenes en la jerarquía angélica ha de ser ampliada con carácter de urgencia. Y no es por enmendarle la plana a la Escritura, sino por adecuar sus enseñanzas a los tiempos modernos. La retahila, puesta al día, sería la siguiente: serafines, querubines, tronos, dominaciones, virtudes, potestades, principados, arcángeles, ángeles y zapateros. En el fondo, es un cielo.
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