sábado, 27 de diciembre de 2008

Mario en el Monasterio de Santa Maria de Huerta









El frío inspirador de Huerta (día primero)

Monasterio de Huerta. 26 de Diciembre de 2008

Fría, muy fría la mañana. Anuncian -por lo visto- una ola de alta intensidad. Me refiero al frío, porque de lo otro, como siempre digo, “lo que sea, ya está aquí”. No me arredra el clima; al contrario, me estimula. Un café en el bar colindante al Monasterio mientras aguardo a que el reloj del tiempo inventado marque las diez de la mañana y abra oficialmente la Hospedería; un cortado, un simple cortado, me sirve para obtener la información de que a las seis de la mañana la temperatura era en estas tierras de menos ocho grados...Lo contó en alta voz un hombre recién llegado a la tertulia matutina que otros dos sujetos, también hombres, esto es del género macho, algo mas aventajados en edad que el portador de la noticia, consumían en el rincón colindante a la caja del bar, y que manifestaron discretamente su sorpresa cuando me vieron entrar y acoplarme a la barra. Menos ocho grados...Y la ola no ha llegado todavía. Insisto: me refiero a la climatológica; la otra la tenemos desde hace tanto tiempo con nosotros que ni siquiera nos percatamos de su existencia; salvo, claro, cuando truena. Y está tronando por ahí fuera. Tanto que los hombres del tiempo oficiales se rinden al anuncio de tempestad. Convendría arriar todas las velas y dejar un trapo grueso en el tormentín de proa. La cuestión es: ¿confiamos en el timonel?. ¿Sabemos, acaso, quién pilota?. ¿Alguien trazó la derrota a seguir? En ocasiones parece que el rumbo es pura deriva de corrientes de fondo y viento de superficie, como en las preencalmadas que suelen aparecer en las cercanías del ecuador. Al menos en la tormenta interior somos proel y timonel al mismo tiempo. Y el trapo izado es nuestro propio nivel de conciencia. En lo otro, en lo de ahí fuera, el trapo es de celofán y las corrientes provienen de nuestro consumo de inconsistencia.

Atravieso el umbral y una señora de cierta edad me mira con un punto ligero de asombro en sus ojos, lo que indica que sabía que vendría. Sonríe para indicarme que sabe quien soy yo. Me acompaña al interior de la tienda en la que se despachan artículos del monasterio. Llama al Hermano Hospedero; le advierte de mi llegada y a mí de que pronto estará con nosotros. Retoma sus funciones de limpieza, se detiene un segundo, levanta su cabeza, me mira y con una voz entre compungida y comprensiva, con cierto deje de esperanza, me formula la pregunta.

-¿Qué, como lo lleva, va mejor?.

Llega el hermano Paco, el hospedero; delgado, muy delgado, barba ajustada, viste de azul, muestra ojos vivaces, movimientos rápidos, gestos resolutivos; nos damos la mano, apunta sonrisa sin concluirla por obra de la timidez, o quizás porque no sabe como rematarla, me aclara solícito la llamada de mi secretaria y sin mas preámbulos, con la eficacia de un ejecutivo wall Street,de los de antes de la Catástrofe, me acompaña al coche y recogemos la bolsa con mis cosas. Subimos al segundo piso; la habitación número 5 me ha sido asignada. Es mas que suficiente: mesa, cama, manta y un pequeño cuarto de baño. ¡Ah! y ventana con cristales emplomados; al abrirla, el flujo de aire gélido me recuerda donde me encuentro; contemplo por unos segundos la visión de parte del pórtico de entrada y un pedazo del cementerio anexo al monasterio, siguiendo una tradición secular inveterada. Curioso contemplar ambos trozos al tiempo, como si la simbología del entrar y salir de esta existencia se reflejara en el monocromo del acceso y en el multicolor de las flores depositadas sobre las tumbas. ¿Flores ahora, con la que está cayendo? Pues sí, quizás sean las del día ese que siempre me inspiró miedo porque le decían el de todos los difuntos.....Cierro la ventana porque me hielo. De hecho tirito unos segundos. Siempre he sido friolero en exceso.

El Hermano Paco me enseñó las dependencias de la Hospedería y los acceso a la capilla. Mencionó en dos ocasiones la referencia al siglo XII como hito temporal del nacimiento del monasterio. Me compraré un libro esta tarde o mañana. Los pasillos del edificio tiritan de frío, y eso que llevan cientos de años instalados por aquí sin moverse un milímetro. Yo les acompaño en la sinfonía del temblor, pero lo mío es mas comprensible, porque es debilidad de humano recién llegado a postrarse ante el rigor implacable del frío. Y eso que este de aquí, como buen castellano, es menos húmedo que el galaico de Sobrado. Allí penetraba la epidermis, se instalaba en la dermis y ninguna fuerza humana era capaz de devolverlo al lugar del que vino. Al menos mientras permanecieras por sus maravillosos claustros sin tiempo suficiente para aclimatarte, y nunca mejor dicho. Pero aún así, con la sequedad de este lugar, de este sitio de Huerta, el frío asomaba puntas de crueldad. La vez anterior en la que recorrí sus dependencias el calendario marcaba verano, así que pude apreciar su belleza. Las fotos que tomé entonces cuelgan hoy de la galería del blog. De nuevo el frío. Me refugio en la esperanza de la habitación en la que la temperatura es regulable a voluntad. Al menos eso me dijo el hermano Paco, pero hay que contar con que los termostatos del aire, como los mas sofisticados de la temperatura del alma, no siempre funcionan a la perfección. Confiemos.

No tuve tiempo en la mañana de practicar mis ejercicios, así que una vez colgados en sus sitios respectivos las cuatro cosas que traje conmigo, puse una gruesa manta en el suelo de terrazo y me senté sin mas. Quieto. Primeros sonidos del silencio. Es una hospedería y algún ruido ocasional resultaba inevitable. Pero sin secuencia ni intensidad. Pronto desapareció de la mente. Quizás siguieran sonando pero no los sentía. Me encontraba bien. Creo que muy bien. Y eso que durante el viaje algunas noticias propias de la inercia de la vida cotidiana me llevaron a ir a lugares de los que deseaba alejarme. Pero gestioné el acercamiento con la distancia debida. Ahora estaba solo; bueno, solo exactamente no, y me refiero, para que me entiendan, a la ausencia de soledad propia de quien siente la compañía de la que habla Raimundo LLull. Por cierto, me dejé en el coche un ensayo sobre el beato mallorquín cuya obra me interesa un disparate. Venía ojeándolo durante el trayecto y tenía bastante buen ver. Lo siento, pero el coche volvió a Madrid, así que tendré que dejarlo para fin de año.

Seguí quieto por un tiempo más. En esa quietud percibes nítidamente que el cuerpo es frontera. ¿Frontera?. Si claro, porque la forma delimita la materia y es frontera con las demás realidades. ¿No es demasiado complejo esto que digo?. Puede, no lo sé, pero es mi experiencia. ¿Quiere decirse que superada la forma se penetra en otro plano?. Sí, claro, quiere decir eso. ¿Tiene algo que ver con los estados múltiples del ser de los que habla Guenón?. Puede ser.

La hora sexta es en este monasterio a las 13.30. Me anticipo por unos minutos. Quiero sentir el clima interior antes de que comience el rezo. La capilla la situaron en un recinto que anteriormente albergó la biblioteca. No está mal la idea; quizás quiera ilustrar acerca de que un silencio sentido, una experiencia sinceramente vivida contiene mas dosis de verdad que la erudición desparramada en los miles de volúmenes alojados en las estanterías de cualquier biblioteca y custodiados con celo en sus bases de datos. Es posible. ¿Dónde se encuentran los límites del conocimiento?. Es asunto que se encuentra en mis cuestiones pendientes de debatir en el blog, como sugiere Juanarmas en un correo matutino. Me voy ya a quedarme quieto en la capilla antes de que entre la Comunidad.

Ligero olor a incienso. A penas tres huéspedes laicos y un monje sentado en su semicírculo. Me instalo en el banco mas trasero de cuantos -que no son pocos- se alinean en la planta de la iglesia. Siento mayor frialdad que en el rezo de Sobrado, seguramente porque los volúmenes que se manejan son ciertamente mayores. Acabo de recordar que los ritos cistercienses funcionan con la pulcritud horaria de un relojero suizo del cantón de Berna. Las campanas anuncian el comienzo. Dieciocho monjes, incluido el organista. El Hermano Paco se acercó, ahora vestido de monje, y me entregó un libro de urgencia confeccionado con fotocopias y cosido con aros negros para seguir las ceremonias. Toma asiento en su lugar y casi de inmediato da comienzo la Sexta con el grito se siempre: “Señor ven en mi auxilio. Dios mío, date prisa en socorrerme”. Algo se agita por dentro. Sobrado viene a la memoria; y a la piel; casi a los ojos. En mi estado de aquellos días la súplica se instalaba dentro como griterío del alma.

Estamos a viernes de la segunda semana. El Himno me remite a la pagina 66 del pequeño volumen que me prestaron. La busco y no puedo ocultar cierta sorpresa; quizás fuera otro el sentimiento que nació al leerlo... Dice así:

“Invectivas contra los jueces inicuos.
Sabed que no encuentro en él ninguna culpa.....No tendrías ninguna autoridad sobre mí si no te la hubieran dado de lo alto.... Entonces se lo entregó para que lo crucificaran (Jn 19,4.11.16)”

Me quedo en silencio. Los monjes cantan. El sonido viene de lejos, es menos fraternal, mas alejado, carece de la cercanía, no contiene la proximidad del de Sobrado. Tal vez se deba a que la Iglesia es mas grande. Quizás yo soy distinto del aquel que amaneció por las tierras de la Comunidad gallega. No lo se. Es posible que mi atención se centrara en exceso en ese texto de “invectivas contra los jueces inicuos” y en el por qué de esa página 66 a la que me remite en este momento. No puedo dejar de leer. Sigue el salmo...

“Ellos, ignorantes e insensatos, caminan a oscuras,
mientras vacilan los cimientos del orbe”

Se trata de una cita bíblica constatable en su antigüedad; de otro modo algún articulista oficial habría acusado a su autor de ser un antisistema que trata de exacerbar demagógicamente los ligeros fallos que pueden observarse en el modelo de convivencia del que nos hemos dotado...Cosas de la intelectualidad arrendada por el tejido de intereses. Porque para ellos resulta evidente que quienes dirigen la nave de la civilización occidental no son ni ignorantes, ni insensatos, ni caminan a oscuras, ni, por supuesto, vacilan en absoluto los cimientos del orbe.... Pues será así, aunque algunos no participemos exactamente de esa opinión. Pero por lo visto no es original porque lo que pensamos tiene antigüedad de siglos. Se ve que el hombre cambia poco, en un sentido y su opuesto, por cierto.

Almorzamos los residentes en la hospedería. Dos mesas tocineras. Seis comensales en cada una. Me resultó raro. Acostumbrado a comer en silencio en el monasterio gallego, la conversación en la mesa me sonaba extraña. Y eso que no parecían mis compañeros de almuerzo excesivamente dados a la palabra. Pero, en todo caso, sabían quien era y no podía sustraerme a la dictadura de mi personalidad en manos de otro. Decidí no alterar sus comidas y que el silencio volviera a las mías, así que pregunté por algún supermercado o similar y me señalaron uno a pocos minutos de distancia en metros, aunque algunos más en temperatura. Supe la rigurosidad del horario de hospedería: por las mañanas de 10 a 1 y por las tardes de 4 a 6. Desde este instante el monasterio se cierra. Bueno pues me fui al supermercado y compré fruta, manzanas en concreto, de las amarillentas de piel que no son cabalmente las que mas me gustan. En la tienda del monasterio me hice con un queso tierno de vaca originario de Santander. Con eso, suficiente.

A las siete menos cuarto, las Vísperas, algo mas amplias en contenido litúrgico que las Nonas. En mi cuarto consumí un trozo de queso y algunas de las manzanas del supermercado y me preparé para los rezos que mas me gustan del día: las Completas. En realidad las Vísperas y estas últimas me resultarían suficientes; las primeras para recibir el día; las segundas para despedirlo. Dediqué espacios de mi tarde al libro de Tugendhat “Egocentrismo y Mística” del que conversamos en el blog. Me queda trabajo para concluirlo tratando de osmotizar sus tesis que resultan poderosamente atractivas. Enfrascado en esos pensamientos de la yoiedad y egocentricidad casi brinco de susto porque se me pasó el tiempo sin conciencia de que existía y llamaban a Completas.

Penunbra en la capilla; al fondo, un tenue, casi mortecino resplandor del manto blanco de un hermano absorto en su creencia. Vacíos los bancos de los legos. Silencio. Me entusiasma ese instante que se reproduce a si mismo. La oscuridad difumina las formas y sin formas no puede consumirse yoidad. La oscuridad en silencio es mas oscuridad. El silencio en oscuridad es mejor silencio. ¿Acaso es concebible el absoluto de modo diverso a una Oscuridad Silente?. Bueno, mas que el Absoluto la Absolutidad, por atraer ahora la diferencia paralela entre el ser y la seidad. Llegan los huéspedes. Se instalan en sus semicírculos los hermanos. Comienza el canto en el que se agradece el día. Incluso se sostiene que los ojos de los monjes han vislumbrado a su salvador. Quizás, pero la memoria es endeble y la noche larga. Por ello al día siguiente retomaran el discurso y pedirán para que en ese día vuelvan a ver el rostro de Dios. ¿Cual es el Dios de los cistercienses?. Difícil respuesta. Muy probablemente caminen en dirección a la Deidad, aunque cada individuo es un mundo dentro de un mundo, como una luz dentro de una luz. Vuelvo la mente hacia los cantos. Trato de escuchar el sonido abstrayendo las letras.

¿Es concebible que la energía de una Comunidad sea superior al agregado de sus individualidades?. Sí, así lo creo, y aquí se encierra la profundidad del verdadero sustrato de la vida monacal. No solo el monje trata de ver el rostro de Dios, en su decir, sino que, además, la Comunidad en cuanto tal, al actuar en sintonía, genera una fuerza que se expande por los senderos de la conciencia universal, de la que beben todas y cada una de las llamadas conciencias individuales. ¿Disponemos de constancia empírica de cuanto acabo e decir? Afirman que en lugares en los que se producen meditaciones de grupo disminuyen los actos de violencia. Capto el mecanismo aunque no disponga de las evidencias. Pero es así como se entienden las células iniciáticas: centros productores de energía limpia que accede en directo a la base de Bhom, a la inteligencia pura de Krishnamurti, a la conciencia universal de Averroes....De ser así tendría todo el sentido del mundo la vida monacal en pleno siglo XXI, porque no sería una renuncia al mundo sino un acto por el mundo.... Complejo, lo comprendo, difícil, sin duda, pero.... Quizás si eso se entiende se comprenda el por qué el cisterciense no es un individuo sino un individuo-en-comunidad, y de esta comunidad forma parte indeleble el trozo de tierra en el que se instala...y la tierra se simboliza en la madre y la madre en María y todas las comunidades cistercienses se dedican a María....

Sigue el canto y me concentro en la frontera generada por la forma. Solo si se diluye se pueden sentir la presencia. ¿Qué presencia? Bueno, las presencias. ¿Sometidas a otra forma? Claro, en nuestro plano, en nuestro lenguaje se diría sin forma, por eso de que lo que no es nuestro no-es, que dirían los científicos. En todo caso sin forma densa esculpida a golpe de fuerza de gravitación y presión atmosférica. Por eso concentar las energías en cualquier parte del organismo acaba diluyendo la frontera. Y con ella la sensación de egocentricidad. Nace la percepción mística. “Toda Sciencia trascendiendo” de San Juan de la Cruz.

Regreso a mi dormitorio. Son algo mas de la nueve. Siento el cansancio. Y frío. Pero es un frío diferente porque la temperatura exterior es cálida. Si fuera cierta la tesis del Sexto Sentido sería el frío propio de la proximidad de las presencias sin forma...Pero es solo una película. Concluyo lo que escribo. Quiero desplazar la mente a otros lugares. Pronto intentaré dormir. Mientras tanto...

SOn algo mas de las cuatro de la mañana. Noche regular por no prestar atencioó porque un cartelillo pegado en la pared advierte que a las 21.30 se acaba el horario de calefacción y, consiguientemente, a partir de ese momento el termostato debe estar apagado. No lo apagué. Algo de frío adicional he sentido durante la noche. Pero no pasa nada.

Antes de enviar este comentario me he acercado por la habitación del asunto Madoff y las fundaciones sin ánimo de lucro por si nuevas aportaciones incidían en el caso. No coincido con lo que vislumbro se encuentra detrás del argumentario de Serena Si con Fernando. Si te mueves por cualquiera de los círculos nunca llegas al centro. Para esto último es imprescindible tomar la senda directa de alguno de los radios. Si sustituyes creencias por por creenciasy te instalas en nuevas palabras, cambias de circulo pero no tomas el radio. Pero, en todo caso, vivir es caminar
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