lunes, 3 de enero de 2011

Martin Ferrand y un tal Blazquez

Hace unos días publique un chiste de Mingote que en su parte inferior derecha llevaba una dedicatoria a Martín Ferrand, debida al artículo que transcribo a continuacion:

MARTIN FERRAND

«UN TAL BLAZQUEZ»

Sencillamente, no hay razones que amparen la existencia de unos profesionales del asesinato y la extorsión


UNA de las formas más frecuentes en el periodismo contemporáneo —tan de­cadente, tan subordinado consiste en la conversión del redactor clásico en una memoria móvil, capaz de acudir a cual­quier acto y, sin necesidad de entenderlo, ni mu­cho menos narrarlo con el vigor debido, retor­nar a su base, la redacción, con un par de frases memorizadas. Algunos le llaman a eso «perio­dismo declarativo», pero el adjetivo le resulta grande a una práctica tan chica. Es la anulación del testigo para agrandar la presencia y la autori­dad de los protagonistas de la actualidad. Una forma sutil de propaganda que incita a la confu­sión. Por ese portón suelen colarse en los perió­dicos más equilibrados e independientes signos de sectarismo y, especialmente en los medios au­diovisuales, más urgentes y menos analíticos, saltan a primer plano, como si fueran verdades magnas lo que solo son insidias procedentes de la perversidad, el temor o la vaciedad.

La Agencia EFE acaba de entrevistar a quien fue obispo de Bilbao y es hoy arzobispo de Valla­dolid, Ricardo Blázquez, vicepresidente, ade­más, de la Conferencia Episcopal. «Ese tal Bláz­quez», como le señaló en su día Xabier Arzalluz, dice que «si ETA deja las armas, la sociedad sa­brá ser generosa». No me atrevería a dudar de la recta intención de tan notable monseñor; pero, si entendemos la generosidad, según nos ense­ña el DRAE, como la propensión del ánimo a an­teponer el decoro a la utilidad y el interés, ¿les cabe a los de la banda una respuesta tan magn­ánima? Dicho de un modo más grosero: ¿tiene precio el abandono de las armas?

También dice Blázquez que confía en que la banda terrorista desaparecerá «pronto», que es necesario «continuar con la deslegitimación de todos los motivos» que esgrimen los etarras. Si tan notable prelado dice lo que entiendo cabe pensar que sus casi tres quinquenios de pasto­ral vizcaína le han llevado a una suerte de «sín­drome de Estocolmo». Es posible que en tiem­pos pasados, cuando algunos maestros de Bláz­quez escoltaban a Francisco Franco bajo el pa­lio reservado al Santo Sacramento, hubiera mu­cho que deslegitirnar; pero hoy, al amparo de una Constitución, vigente un Estatuto que le dota al País Vasco de más autonomía que la de los Estados en una República federal, no hay ra­zones que «deslegitimar». Sencillamente, no hay razones que amparen la existencia de unos profesionales del asesinato y la extorsión. En su condición de visitador pontificio para investi­gar el intríngulis de la vida de Marcial Maciel y sus Legionarios de Cristo, ¿encontrará Bláz­quez objetivos a deslegitimar para mejor com­prender esa otra familia de desmanes?


No hay comentarios: