Se suele utilizar, especialmente por los medios de comunicación oficiales, un lenguaje engañoso en diferentes temas, siendo el más destacado en la actualidad la palabra transvase, ya que al ser utilizada en su verdadera acepción llevaría implicita una carga política negativa para los gobernantes. En lugar de transvase nos quieren engañar utilizando la denominción conducción de agua. Jajajaja. Sí, es para reirse.
El profesor Juan Velarde, economista, ha publicado un breve artículo dando la verdadera expresión de los términos economicos:
CUESTIONES ENGAÑOSAS DEL LEXICO ECONÓMICO
Directamente emparentada con la jerga que el genio de Orwell. coloca en el mundo de un socialismo totalitario que reina en «1984» es la imposición de palabras que no dicen lo que han dicho siempre.
Ahora tenemos esto con la situación coyuntural española. Al parecer, según las autoridades no tenemos una crisis económica sino una desaceleración. Cojamos un «Diccionario de Economía y Finanzas» bien conocido, el de Ramón Tamames y Santiago Gallego (13a edición, Alianza, 2006). Busquemos la palabra «crisis». En ella se dice que es «fase del ciclo económico en la cual se pasa de la etapa de recuperación y auge a otra de recesión y depresión».
Por supuesto que Kenway, en su articulo «Marx, Keynes and possibility of crisis», en el «Cambridge Journal of Economics», marzo 1980, sostiene que esta palabra procede de Marx, y sólo tiene sentido en el análisis marxiano. Pero no creo que esto tenga nada que ver con su empleo habitual.
¿Y qué se entiende por recesión? Pues, sencillamente «la fase del ciclo económico subsiguiente al auge, que se materializa al empezar a apreciarse síntomas de declive en los principales indicadores de la actividad económica». ¿No es exactamente lo que sucede en la economía española en estos momentos?
Por lo tanto, ¿no existe una crisis a partir de junio de 2007, porque a partir de esa fecha comenzaron a mostrarse «síntomas de declive en los principales indicadores de la actividad económica» española: aumento del paro; disminución del incremento del PIB; subida de los precios; desplome del consumo; preocupantes cifras del déficit exterior; progresiva eliminación del superávit del sector público; suspensiones crecientes de pagos en el sector de la construcción...?
Esta situación es el preludio de la depresión, que es «fase de declive del ciclo, más grave y duradera que la recesión, subsiguiente a una crisis y que se manifiesta por la debilidad de la demanda, la contracción del comercio internacional, el ascenso del paro y el estancamiento, o incluso la caída del PIB». Normalmente, la depresión se atribuye a las largas caídas de la actividad. Esa, al menos, es la tesis de Sidney Pollard, cuando en el artículo «Depressions» de «The New Palgrave. A Dictionary of Economics» (Macmillan, 1987), indica que «ese término se reserva para los periodos más largos de una adversidad más seria y a escala internacional».
Parece, pues, evidente que en España existe una crisis económica motivada por una recesión que aumenta de modo continuo. Pero a causa de los problemas crecientes que surgen en el ámbito internacional, podemos zambullirnos, como sucedió a partir de 1973, en una depresión. Recordemos que las depresiones no afectan a todos los países por igual. Cargan más la mano en aquellos que esquivan, porque son dolorosos a corto plazo, los cambios estructurales.
Juan Velarde Fuertes
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