sábado, 17 de mayo de 2008

LENGUAJE ENGAÑOSO




Se suele utilizar, especialmente por los medios de comunicación oficiales, un lenguaje engañoso en diferentes temas, siendo el más destacado en la actualidad la palabra transvase, ya que al ser utilizada en su verdadera acepción llevaría implicita una carga política negativa para los gobernantes. En lugar de transvase nos quieren engañar utilizando la denominción conducción de agua. Jajajaja. Sí, es para reirse.
El profesor Juan Velarde, economista, ha publicado un breve artículo dando la verdadera expresión de los términos economicos:

CUESTIONES ENGAÑOSAS DEL LEXICO ECONÓMICO

Directamente emparentada con la jerga que el genio de Orwell. coloca en el mundo de un socialismo totalitario que reina en «1984» es la imposi­ción de palabras que no dicen lo que han dicho siempre.

Ahora tenemos esto con la situación coyuntural españo­la. Al parecer, según las autori­dades no tenemos una crisis económica sino una desacele­ración. Cojamos un «Dicciona­rio de Economía y Finanzas» bien conocido, el de Ramón Tamames y Santiago Gallego (13a edición, Alianza, 2006). Bus­quemos la palabra «crisis». En ella se dice que es «fase del ci­clo económico en la cual se pa­sa de la etapa de recuperación y auge a otra de recesión y de­presión».

Por supuesto que Kenway, en su articulo «Marx, Keynes and possibility of crisis», en el «Cambridge Journal of Economics», marzo 1980, sostiene que esta palabra procede de Marx, y sólo tiene sentido en el análisis marxiano. Pero no creo que esto tenga nada que ver con su empleo habitual.

¿Y qué se entiende por rece­sión? Pues, sencillamente «la fase del ciclo económico subsi­guiente al auge, que se materia­liza al empezar a apreciarse síntomas de declive en los principales indicadores de la actividad económica». ¿No es exacta­mente lo que sucede en la eco­nomía española en estos mo­mentos?

Por lo tanto, ¿no existe una crisis a partir de junio de 2007, porque a partir de esa fecha co­menzaron a mostrarse «sínto­mas de declive en los principa­les indicadores de la actividad económica» española: aumen­to del paro; disminución del in­cremento del PIB; subida de los precios; desplome del consu­mo; preocupantes cifras del dé­ficit exterior; progresiva elimi­nación del superávit del sector público; suspensiones crecien­tes de pagos en el sector de la construcción...?

Esta situación es el preludio de la depresión, que es «fase de declive del ciclo, más grave y duradera que la recesión, sub­siguiente a una crisis y que se manifiesta por la debilidad de la demanda, la contracción del comercio internacional, el as­censo del paro y el estancamiento, o incluso la caída del PIB». Normalmente, la depre­sión se atribuye a las largas caí­das de la actividad. Esa, al me­nos, es la tesis de Sidney Pollard, cuando en el artículo «Depressions» de «The New Palgrave. A Dictionary of Economics» (Macmillan, 1987), in­dica que «ese término se reser­va para los periodos más lar­gos de una adversidad más se­ria y a escala internacional».

Parece, pues, evidente que en España existe una crisis económica motivada por una recesión que aumenta de modo continuo. Pero a causa de los problemas crecientes que sur­gen en el ámbito internacio­nal, podemos zambullirnos, co­mo sucedió a partir de 1973, en una depresión. Recordemos que las depresiones no afectan a todos los países por igual. Cargan más la mano en aque­llos que esquivan, porque son dolorosos a corto plazo, los cambios estructurales.

Juan Velarde Fuertes


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