viernes, 24 de diciembre de 2010

Nuestro Dios no es un Dios de muertos sino de vivos

Hoy, Nochebuena, toda la humanidad celebra la venida de Dios al mundo en forma de niño, pero hay muchas familias que se encuentran tristes ante la desaparición de familiares o amigos. Los católicos tenemos un dogma precioso, el de la comunión de los santos. Traigo aqui un artículo que hace unos años publico el sacerdote D. Jesus Higueras, párroco de Las Bodas de Canaa:

Nuestro Dios no es un Dios de los muertos

Quién de nosotros en estos días, no ha tenido un recuer­do especial para sus personas queridas que ya marcharon y que pasaron por ese trance que llamamos “muerte”. La muerte que nos llena a todos siempre de pena y de dolor, aunque tenga­mos fe. porque la fe no quita el dolor tras la separación de las personas amadas.

Sin embargo hay que decir que la muerte es ficticia. Siendo una realidad corporal, no es una realidad que afecta a toda la di­mensión del hombre. Eso es lo que intenta Jesús explicar en el Evangelio de este domingo, cuan­do le hacen una trampa e inten­tan que cuente eso de la muerte, que cuente como va a ser el mas allá. Y Jesús responde que la muerte no es un concepto que entre en la mente de Dios, por­que nuestro Dios no es un Dios do los muertos, sino de los vivos.

Para todos aquellos para los que el ser humano es solo corpo­ralidad, evidentemente la muer­te es el final. Sin embargo, para aquellos que afirmamos que el ser humano es persona, que tie­ne una dimensión muy profunda mas allá del cuerpo y de la mente, eso que San Pablo denomina­ba el espíritu, el alma, sabemos que ese alma no puede ser des­truida por nada ni nadie. Y sabe­mos que en ese alma se asienta, como cuando se queda en un san­tuario, la misma Trinidad.

Por eso, en estos días en los que recordamos a nuestras per­sonas amadas, tenemos que repe­tirnos: “Aunque ya no te vea, aunque ya no te oiga, aunque ya no te toque ni te abrace, aunque ya no te disfrute corporalmente, tú estas vivo. No solamente es­tas vivo en mi recuerdo, en mi corazón, en mis afectos, sino que tú realmente con independencia de mi, estás vivo.”

¡Cuántas son las frases y las alusiones que Jesucristo en el Evangelio hace a la vida eter­na!.. Y si aceptamos a Jesús de Nazaret, no tenemos que aceptar­lo solamente como el fundador de una ética encantadora que nos dice cuatro cosas para que seamos buenos, sino también co­mo el Salvador de la humanidad, que viene a remediar todas las tragedias del hombre, y especial­mente, ese resumen de tragedias que es la muerte de alguien ama­do. Par eso, Cristo, claro quo es Salvador de la muerte, y por eso, en Cristo, todas las muertes quedan resueltas y transformadas en vida, porque creemos que nuestros seres amados están en Dios. Por eso, claro que vamos a los cementerios, ofrecemos la Santa Misa y rezamos con espe­cial intensidad por nuestras per­sonas amadas, porque están vi­vas y queremos comunicarnos con ellas, porque queremos pro­vocar la comunión plena con ellas. Una comunión, que ni la muerte siquiera es capaz de rom­per, porque en estos días les deci­mos casi a gritos que os segui­mos recordando y amando, que seguís formando una parte esen­cial de nuestra vida, y que a tra­vés de ese puente que es Cristo y a través de la Eucaristía, que es esa señal y esa realidad del Dios encarnado, podemos encontrar­nos con vosotros.

También tenemos que pedirle a Jesús, que nos enseñe a vivir en esa nueva dimensión a la que tan poca gente se asoma que es la dimensión espiritual, aunque a veces estamos tan perdidos y tan distraídos con los sentidos, que nos olvidamos de la dimen­sión espiritual, a través de la cual, sí se puede establecer una verdadera comunicación con las personas amadas.

Jesús HIGUERAS

Párroco de Santa Maria de Canaa


Este artículo lo escribió D. Jesús Higueras el día 1 o 2 de Noviembre de determinado año.

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