Reciente artículo de Ignacio Ruiz Quintano:
VISTO Y NO VISTO
La gobernanza, idiotas
EL mismo académico que puso a Dios en su sitio por el sencillo procedimiento de escribir su Nombre con minúscula lleva ahora a la plaza del mercado una palabra mágica para solucionar la crisis mundial: «Gobernanza».
—Generalmente, cuando las cosas graves se traducen en disertaciones académicas, es que una hecatombe se aproxima.
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Eso dijo José Antonio Primo de Rivera en una conferencia en el Círculo Mercantil de Madrid en abril de 1935: «Ante una encrucijada en la historia política y económica del mundo». ¿Conque José Antonio tenemos? No lo sabe uno bien. En cuanto levantas la barbita a cualquiera de estos cursis de la gobernanza, sale el falangista que llevan dentro. Los mismos argumentos contra el capitalismo financiero y el liberalismo político que oímos en estos días pueden leerse, punto por punto, aunque más brillantemente expuestos, en aquella conferencia joseantoniana en que sobre los escombros de la antigua ciudadanía se proclama: «La democracia, hija del liberalismo, ha matado al padre.»
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Bien, algo de eso tenemos. Igual que en Suráfrica, como los nativos se negaran a trabajar por el látigo, los ingleses resolvieron imponerles un gravamen económico, con lo cual a aquella gente no le quedó otro remedio que trabajar por el impuesto, ocurre hoy que los especuladores tienen cogidos por las pelotas a los políticos (las pelotas de los políticos son los votantes) simplemente porque tienen cogidos por las pelotas a los votantes (las pelotas de los votantes son las hipotecas), de modo que los votantes avalan a los políticos que avalan a los especuladores que avalan a los votantes. ¡La gobernanza!
La gobernanza, de dar crédito al académico de referencia, pasa por la victoria de Obama y su segundo, Biden, que es el vivo retrato de Paquito Esplá. Si Europa votara, Obama ganaría con el ochenta por ciento de los sufragios, y aun nos debe de parecer poco, pues algunos periódicos insisten en arrojar basura sobre McCain.
La pasta (la gobernanza, para entendernos) está con Obama. ¿Y la prensa? La prensa está con la pasta. Luego la prensa está con Obama. Aunque lo de Europa es natural. Europa odia a América.
Si los socios del Madrid votaran al presidente del Barca, el presidente del Barca sería Gaspart. Si los socios del Barca votaran al presidente del Madrid, el presidente del Madrid sería Calderón («me llamo Calderón y doy suerte»). Y si los europeos votaran al presidente de los Estados Unidos, el presidente de los Estados Unidos sería Obama. Lo que no sabemos es qué votarán los estadounidenses.
McCain vende principios, que son una cosa del pasado. Si un padre quiere matar de hambre a sus hijos, sólo tiene que enseñarles principios. Obama, en cambio, vende camisetas: sus frases hechas están al alcance intelectual de todos los periodistas, que se ponen muy contentos.
—¡Nuestro presidente también tiene optimismo antropológico! —interrumpe Gabilondo, que no sabe que la expresión zapateril es una tabarra masónica.
Este optimismo antropológico ha llevado a una virago del periodismo a llamar «basura blanca» a Sarah Palin, acusada por las demás viragos de mostrar a su marido como un juguete fálico. ¿No dijo Susan Sontag que la raza blanca es el cáncer de la civilización? Y para que los periodistas cultos se tronchen de risa, esa cecina de intelectual que es Gore Vidal, con la gracia que sólo la vejez sabe dar, ha apostillado los cinco años de Mccain en un campo de prisioneros en Vietnam:
—No lo entiendo. Lo cogen los vietnamitas, lo interrogan... ¿y no hace nada por escapar? ¡Menudo héroe de guerra!
La gobernanza de Obama traerá a nuestra clase política un afán de coloración inusitado. Julio Camba hablaba de un anuncio del «Daily Telegraph» que decía: «Doctor en Medicina desea un negro para hacer con él experiencias de decoloración.» Negros blanqueados, con el pelo áspero, los labios gruesos y las narices achatadas que venían a ser, según Camba, una cosa así como Rubén Darío. Bueno, pues ahora, lo de Rubén Darío y Michael Jackson, pero al revés. De hecho, ahí están, en el PP, Javier Arenas, cada día más moreno de máquina, y en el PSOE, Tomás Gómez, cada día más «renegrío» del campo.
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