jueves, 23 de octubre de 2008

IGNACIO RUIZ QUINTANO









Reciente artículo de Ignacio Ruiz Quintano:

VISTO Y NO VISTO

La gobernanza, idiotas

EL mismo académico que puso a Dios en su sitio por el sencillo procedimiento de escribir su Nombre con mi­núscula lleva ahora a la plaza del mercado una pala­bra mágica para solucionar la crisis mundial: «Gobernan­za».


—Generalmente, cuando las cosas graves se traducen en disertaciones académicas, es que una hecatombe se aproxi­ma.


Eso dijo José Antonio Primo de Rivera en una conferen­cia en el Círculo Mercantil de Madrid en abril de 1935: «Ante una encrucijada en la historia política y económica del mun­do». ¿Conque José Antonio tenemos? No lo sabe uno bien. En cuanto levantas la barbita a cualquiera de estos cursis de la gobernanza, sale el falangista que llevan dentro. Los mis­mos argumentos contra el capitalismo financiero y el libera­lismo político que oímos en estos días pue­den leerse, punto por punto, aunque más brillantemente expuestos, en aquella confe­rencia joseantoniana en que sobre los es­combros de la antigua ciudadanía se procla­ma: «La democracia, hija del liberalismo, ha matado al padre.»


Bien, algo de eso tenemos. Igual que en Suráfrica, como los nativos se negaran a trabajar por el látigo, los ingleses resolvie­ron imponerles un gravamen económico, con lo cual a aquella gente no le quedó otro remedio que tra­bajar por el impuesto, ocurre hoy que los especuladores tie­nen cogidos por las pelotas a los políticos (las pelotas de los políticos son los votantes) simplemente porque tienen cogi­dos por las pelotas a los votantes (las pelotas de los votantes son las hipotecas), de modo que los votantes avalan a los polí­ticos que avalan a los especuladores que avalan a los votan­tes. ¡La gobernanza!


La gobernanza, de dar crédito al académico de referen­cia, pasa por la victoria de Obama y su segundo, Biden, que es el vivo retrato de Paquito Esplá. Si Europa votara, Obama ganaría con el ochenta por ciento de los sufragios, y aun nos debe de parecer poco, pues algunos periódicos insisten en arrojar basura sobre McCain.


La pasta (la gobernanza, para entendernos) está con Obama. ¿Y la prensa? La prensa está con la pasta. Luego la prensa está con Obama. Aunque lo de Europa es natural. Europa odia a América.


Si los socios del Madrid votaran al presidente del Barca, el presidente del Ba­rca sería Gaspart. Si los socios del Barca votaran al presiden­te del Madrid, el presidente del Madrid sería Calderón («me llamo Calderón y doy suerte»). Y si los europeos votaran al presidente de los Estados Unidos, el presidente de los Esta­dos Unidos sería Obama. Lo que no sabemos es qué votarán los estadounidenses.


McCain vende principios, que son una cosa del pasado. Si un padre quiere matar de hambre a sus hijos, sólo tiene que enseñarles principios. Obama, en cambio, vende camisetas: sus frases hechas están al alcance intelectual de todos los pe­riodistas, que se ponen muy contentos.


—¡Nuestro presidente también tiene optimismo antropo­lógico! —interrumpe Gabilondo, que no sabe que la expresión zapateril es una tabarra masónica.


Este optimismo antropológico ha llevado a una virago del periodismo a llamar «basura blanca» a Sarah Palin, acu­sada por las demás viragos de mostrar a su marido como un juguete fálico. ¿No dijo Susan Sontag que la raza blanca es el cáncer de la civilización? Y para que los periodistas cultos se tronchen de risa, esa cecina de intelectual que es Gore Vidal, con la gracia que sólo la vejez sabe dar, ha apostillado los cin­co años de Mccain en un campo de prisioneros en Vietnam:


—No lo entiendo. Lo cogen los vietnamitas, lo interro­gan... ¿y no hace nada por escapar? ¡Menudo héroe de gue­rra!


La gobernanza de Obama traerá a nuestra clase política un afán de coloración inusitado. Julio Camba hablaba de un anuncio del «Daily Telegraph» que decía: «Doctor en Medici­na desea un negro para hacer con él experiencias de decolo­ración.» Negros blanqueados, con el pelo áspero, los labios gruesos y las narices achatadas que venían a ser, según Cam­ba, una cosa así como Rubén Darío. Bueno, pues ahora, lo de Rubén Darío y Michael Jackson, pero al revés. De hecho, ahí están, en el PP, Javier Arenas, cada día más moreno de máqui­na, y en el PSOE, Tomás Gómez, cada día más «renegrío» del campo.

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