miércoles, 23 de julio de 2008

IGNACIO RUIZ QUINTANO








Ignacio Ruiz Quintano es un admirador de Julio Camba y por tanto con sentido del humor.
En el artículo de Ruiz Quintano que transcribimos a continuación se observa dicho humor

Zapatero y las

juanolas del

dr. Montes.


A la derecha se la ve más animada con el marianismo, un «ismo» que viene de Mariano, el profeta de las pequeñas y modestas empresas, cuyo único activo con­siste estrictamente en su excelente porvenir. Los marianistas, en efecto, se aseguran el porvenir a base de predecir el nuestro. Pero son eso, porvenir. Más exactamente:

Centro, mujeres, diálogo... y futuro.

Llegados a esta región del intelecto, convendremos en que el zapaterismo-funebrismo gobernante podría definir­se, por oposición, como progreso (aborto, eutanasia y cristo-fobia), «boys», mantra... y, por desgracia, presente O sea, la crisis.

El 4 de diciembre de 1928 el presidente Coolidge envió al Congreso su último mensaje sobre el estado de la Unión:

—Ninguno de los Congresos de los Estados Unidos hasta ahora reunidos para examinar el estado de la Unión tuvo ante sí una perspectiva tan favorable como la que se nos ofrece en los actuales momentos. En el interior hay tranquilidad y satisfacción... y el más lar­go período de prosperidad. En el exterior hay paz, y esa sinceridad promovida por la comprensión mutua...

El 24 de octubrede 1929, jueves,sobrevenía «El"crac"del29», o <de obligada relectura veraniega—aunque «no es un libro que se pueda vender en un aeropuerto»—, obra de Galbraith, el canadiense de origen escocés naciona­lizado estadounidense que llevó a la economía el lenguaje de la ironía. Y todo el mundo se puso en fila para darle collejas al jovial Coolidge por su gran fallo de no ver que las cosas marchaban tan bien que no podían durar mucho.

Zapatero es un portento capaz de asimilar la ciencia eco­nómica en dos tardes, lo cual lo ha provisto de un optimismo tan enorme que, si nos pusiéramos a referirlo, encontraría­mos el idioma español insuficiente.

—Seguiremos ayudando a África crezca lo que crezca la economía —proclamó Zapatero en el ágora ateniense, lo que en este crepúsculo de la ilusión significa más conciertos de Ana Belén, espada toledana de la caridad que empieza por uno mismo.

Contra el pesimismo ricardiano del marianismo, que de­ja al mercado la dirección de la economía sin resquicio a la compasión, el zapaterismo, llevado de su optimismo, ha tar­dado un año en reconocer la «crisis», palabra decimonónica que sustituyó a «depresión», siendo reemplazada, a su vez, por «pánico», y ésta por «recesión», y ésta por «reajuste osci- latorio», y éstas por «desaceleración acelerada», fenómeno que, unido al desbarajuste de ministros sin bachiller o con el currículo tuneado, nos ha echado de bruces... en la crisis.

—¿Para qué vas a estudiar ni trabajar? Afiliate al PSOE... ¡y a consumir! —es el mensaje zapateril, para expre­sarlo con una imagen material, como recomienda Buffon (el naturalista, no el futbolista).

Dicho por Galbraith, hombre de progreso, después de to­do, la especulación sólo requiere de un enorme optimismo y de la convicción de que la gente en general puede llegar a ser rica sin esfuerzo físico.

La gente, como se sabe, es tanto más crédula cuanto más feliz es. Pero un día deja de ser feliz, y entonces, ¡pías!, es la crisis.

—En el Jueves Negro, un obrero apareció en lo alto de un rascacielos para hacer algunas reparaciones, pero la multi­tud supuso que se trataba de un suicidio y esperó impacien­te a que se decidiera a saltar.

El estupor del suicidio forma parte de la leyenda de las
crisis. En el 29, cuenta Galbraith, corrían rumores de que
los empleados de los hoteles céntricos preguntaban a sus
huéspedes si querían habitación para dormir o para tirarse
por la ventana. - .

—Los especuladores se arrojaban desde las ventanas y los peatones seguían sus recorridos sorteando con delicade­za los cuerpos de los financieros caídos. La ola de suicidios que siguió al crac de la Bolsa forma parte de la leyenda de 1929. En realidad, no hubo ninguno.

Eso asegura la estadística.

No es de locos, pues, la única solución que en esta crisis se le ha ocurrido a Zapatero: la eutanasia, presentada en juano-las del Dr. Montes (por decirlo con una imagen material co­mo la recomendada por Buffon), placebos intelectuales pa­ra ayudarnos a vencer la repugnancia a reconocer que todo ha terminado.


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