Anoche, en el estadio Bernabeu, el Boss hizo vibrar a sus oyentes.
Los rugidos del Boss estremecieron Madrid
A sus 58 años Springsteen no dio muestras de flaqueza
y sometió a su feliz audiencia a una dura prueba de resistencia
- EFE
Cuerda para rato
EFE MADRID
Bruce Springsteen rugió la historia del rock and roll esta noche en Madrid y le robó el aliento a las 60.000 almas congregadas en el estadio Santiago Bernabéu.
Fue durante un concierto de tres horas, intenso, electrizante, en el que recorrió de norte a sur más de 35 años de carrera, junto a los músicos con los que ha envejecido sobre el escenario, la E Street Band.
A sus 58 años y con medio centenar de conciertos acumulados desde que en febrero pasado inició la segunda parte de su gira mundial, el Boss no dio muestras de flaqueza y sometió a su feliz audiencia a una dura prueba de resistencia.
Concierto irrepetible
Esta noche demostró que con el tiempo su voz ha ganado en profundidad, que a estas alturas puede acometer cualquier pieza de su extensa producción y que aún tiene ganas de mezclarse con sus seguidores, e incluso de arrojarse sobre ellos.
Fue un concierto irrepetible, como todos los de esta gira, en la que cada noche va cambiando el repertorio, da igual en qué lugar sea el concierto.
En el Bernabéu abrió pasadas las diez de la noche con Night, uno de los temas menos conocidos de unos de sus álbumes más célebres, Born to run.
No faltaron los grandes éxitos, claro, pero en Madrid brillaron especialmente canciones poco habituales, rarezas como Trapped o la celebradísima Out in the street, de The River, y una magistral Spirit in the night, en la que el Boss se lanzó desde el escenario hacia su público, como hacía en los conciertos de los setenta.
Springsteen soltó una descarga de energía nada más salir a escena. Encadenó "Radio nowhere" -el tema estrella de su último álbum, Magic-, con Lonesone day, The promised land y una demoledora versión de Summertime blues, de Eddie Cochran.
Después de darse aire con un abanico que le entregó un espectador, tuvo tiempo ya de saludar, en español, -"Hola, Madrid. Es genial estar de vuelta con mis amigos"- y felicitar a "los campeones de la selección española".
En sus excursiones a las primeras filas de la pista recogió carteles con peticiones de canciones. Entre ellas eligió Brilliant disguise -con beso final a su chica, la vocalista Patti Scialfa- y Cover me, y no se puede decir que fueran malas elecciones.
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Al fondo del escenario, Max Weinberg volvió a impartir una clase magistral, marcando las pulsaciones del concierto. Este hombre tiene cara de no haber roto un plato en su vida, pero si en vez de tambores aporreara un yunque saltarían herraduras.
Reivindicaciones sociales
Casi todos los miembros de la banda tuvieron su momento en la noche. Clarence Clemons parecía rejuvenecer cuando se apoderaba de los focos con su saxo y Nils Lofgren se marcó uno de los solos de guitarra más largos del mundo en Because the night. Steve Van Zandt era reclamado por el Jefe a cada rato para compartir micrófono con él.
Esta vez sonó The river y el público se emocionó con la intensidad con la que cantó Springsteen.
La presencia de Magic se ha reducido en la segunda parte de la gira y hoy apenas sonaron cuatro temas del álbum. Al presentar uno de ellos, "Living in the future", el músico norteamericano aprovechó para proclamar que en su país ha habido "un recorte de los derechos civiles" y advertir: "Tenemos que luchar".
60.00 almas
Con el público encendido con Badlands llegó la medianoche y el Boss y los suyos se marcharon, pero sólo un momento.
Los bises se abrieron con una memorable versión de Jungleland. Aún quedaba otra descarga de rock con Born to run, Bobby Jean y Dancing in the dark, tema en el que una afortunada fue invitada a bailar en el escenario con el Boss.
Cuando acabaron de sonar American land y una extensa versión del clásico Twist and shout era ya cerca de la una de la madrugada.
Cuando recuperen el aliento, las 60.000 almas congregadas esta noche en el Bernabéu podrán decir: "Yo estuve allí".
Boss,
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