miércoles, 11 de junio de 2008

JOSÉ TOMÁS







Todavia José Tomás. Merece la pena traer la reseña de Fernando Sánchez Dragó:

EL LOBO FEROZ: FIESTA NACIONAL

Vuelve a serlo: nacional. Nadie añada connotaciones políticas al adjetivo. Es, sólo, definición geográfica. El toreo se había encunado. La Fiesta no lo era ya de la nación, sino de la afición. Eso terminó el jueves, cuando José Tomás, cautivo y desarmado el ejército de sus detractores, entró en Las Ventas. Madrid, 5 de junio, Día de la Victoria y de la Concordia. Estaba allí el Rey, por más que otro monarca, al que no rindió pleitesía, anduviera en el coso. Eso sí que es torear de poder a poder: sobraba el brindis. No soy republicano (ni monárquico), pero me gustó el gesto. Más taurino, imposible. La Fiesta, decía, vuelve a ser nacional, porque no hubo rincón en el país al que no llegara el oleaje de la proeza, e incluso internacional. En Singapur y en Sol no se hablaba de otra cosa. Al día siguiente, unánimes, las portadas de los periódicos y las voces de la radio y de la tele lo demostrarían. No hubo quien no acudiese a la muleta. Lo hicieron los de El País y los de El Mundo, los de la Cope y la Ser, los de Esperanza y Gallardón, Federico y Sabina, Aquiles y Héctor, los aqueos y los troyanos. Zafarrancho de reconciliación nacional. ¿Nacional? Pues sí, porque en cualquier nación que merezca ese nombre caben todos: los taurinos y los antitaurinos. Éstos no son de ahora. Siempre los hubo, y no pasó nada. Tengamos la Fiesta en paz. Hoy es, para el lector, martes, pero yo escribo en la madrugada del viernes, insomne, porque en la noche del jueves tocaba no dormir. Confusión en mi confesión: la de las emociones. Insisto: fiesta nacional, fiesta de todos. En Las Ventas, al término de la corrida, mientras flameaban veinte mil pañuelos, veinte mil gaviotas, veinte mil palomas de vuelo popular, se cruzaron los móviles de medio país. Mensaje de Santonja: Me rindo, y además sin condiciones. Lo mismo diría unas horas después, en El Mundo, Javier Villán. Correo de Rafa Martínez Simancas: Al ver a Tomás con los pies quietos me di cuenta de que eso es una candidatura y lo de Rajoy una estupidez. Tomás es España: trágica, heroica, imprevisible y vertical. A su lado todos los demás son monosabios. Salí de Las Ventas. Hablé con Ignacio González. Cogí el metro. Hablé en uno de sus vagones con Javier Rioyo y Chus Visor. Cené con Isabel Linares, Silvia Camacho, Gómez-Angulo, José Luis Garci, David Gistau… Todos pensaban lo mismo. Estábamos en Casa Ciriaco. Frufrú de consenso y asombro en las mesas. ¿Excepción? Una. Ruiz Quintano, antitomasista furibundo después de haber sido idólatra tomasista, no quiso verlo torear y se quedó acodado en el bar del 9. Podía beber gratis y llevarse la caja, porque los camareros estaban en el tendido. Era, lo suyo, otra forma de rendirse. Hay gente pa’ tó. Barbeito: Tomás y bebed de mí. Yo (y Ángel Expósito): ¿Tomás o too much? ¿Juegos de palabras? No. Fiesta Nacional y Edad de Oro del toreo. Morante, Cayetano, Perera, Castella , Ponce, El Cid… Les jours de gloire sont arrivés.

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