Los orígenes del cine se dan naturalmente vinculados al espectáculo de su tiempo: la magia y la prestidigitación. El público de las primeras producciones veía aquellas imágenes sobre la sábana blanca y sus realizadores eran para ellos verdaderos magos. Más de un siglo después, buena parte del público que asiste a nuestras cómodas salas sigue con la misma admiración absorta los efectos especiales y admira la misteriosa magia que siempre guardará el séptimo arte.
El último gran mago es una película justificada en este contexto de misterio e ilusión. La acción transcurre en Edimburgo, en 1926, cuando el famoso mago Harry Houdini llega a la última etapa de una gira mundial y ofrece una gran recompensa a la persona que logre contactar con su madre recién fallecida. Es época de gran interés por los asuntos parapsicológicos, y Houdini se introduce en ellos con entusiasmo.
La médium Mary Me Garvie y su hija Benji, que trabajan con un espectáculo semejante en un teatro de variedades, aceptan el reto del mago, con la intención de estafarle. Un tramposo lucha por burlar al otro, sin darse cuenta de que los dos pueden caer en las redes de un tercero, el amor. Éste es el argumento del film. Inicialmente, sus guionistas intentan un contenido de relaciones entre una madre y una hija; pero a lo largo de su lenta elaboración aparece la figura del mago y escapista Harry Houdini y la trama cambia de orientación, convirtiéndose de una historia de carácter psicológico en un drama romántico en el que la ficción se complica con la realidad, todo bajo la enérgica dirección de la realizadora Gillian Armstrong, que da brillantez y estilo propio a la historia, dirige con habilidad a los actores y obtiene de ellos personajes complicados e interesantes. Lo más original de esta madura directora es que ha sabido dar sensibilidad visual a este drama humano, convirtiéndolo en una historia emocionante.
Houdini está interpretado por Guy Pearce {La propuesta, Memento). Es un actor joven, de gran nervio y personalidad. Cuando le piden interpretar a Houdini acaba de encarnar la figura histórica de Andy Warhol. Y es notable el esfuerzo de Pearce por adaptarse al ilusionista, con mucho ejercicio físico, como resistencia bajo el agua o boca abajo, en lo cual llega a superar a sus dobles. Pearce es un actor convincente y entregado a su papel. Catheri-ne Zeta-Jones {Chicago, El signo del zorro) encarna a la médium Mary, un personaje de ficción, tan humano y atrayente como el mago. Ambas proceden del teatro; son inteligentes, intrigantes, misteriosas y enormemente atractivas. Entre Catherine y Guy -Mary y Harry- se provoca, según el productor Lu-povitz, una reacción química: hacen saltar chispas en la pantalla. Junto a Mary-Catherine aparece su hija Benji, la irlandesa Saoirse Roñan, a la que acabamos de admirar en Expiación, una niña-adulta de 12 años, su edad real, inocente y maliciosa, perfectamente dueña de su papel, agitadora de las circunstancias: otro personaje mágico para este film.
El cuarto gran actor de este película es Timothy Spall {Harry Potter, El último samurai), encarnación del manager y amigo de Houdini, el señor Sugarman, que intentará que Mary desaparezca de la vida del mago, incluso desvelándole el truco para que consiga el dinero y se vaya. Mary tendrá que optar entre la recompensa y Houdini.
En definitiva, una película bien tramada, muy acertadamente interpretada y con buenas firmas, entre las que destaca el director de fotografía Haris Zambarloukos.
Amparo del Riego
Harry Houdini
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